Indignación y exigencia

    Mantener la democracia tiene que ser prioridad, pero si el resto no lo es, tarde o temprano la democracia morirá, formal o de facto. La exigencia e indignación tiene que incluir el fin de las violencias, de la impunidad, del maridaje político-criminal, el rescate de la vía civil y el cuidado del medio ambiente. Aquí también debe estar la indignación y la exigencia.

    Es gravísima la erosión democrática y sumamente peligrosa de las reformas propuestas por Morena: hacer definitiva la militarización de la vida pública, acabar con la representación de minorías en el Congreso, partidizar al Poder Judicial y destruir los contrapesos y división de poderes. Importante poner allí la mirada, la indignación, la exigencia y la movilización. Sin un mínimo de democracia no hay viabilidad.

    Sin embargo, también es gravísima la violencia sin control, la absoluta impunidad, los vínculos político-criminales, el control territorial por parte de grupos criminales fuertemente armados, la extorsión y cobro de piso generalizados, la abdicación en la búsqueda de desaparecidos, el reclutamiento forzado de menores, la devastación de tierra y territorio, entre muchas otras. Aquí pocas miradas, pocas denuncias, pocos discursos.

    Por un lado, se oferta la continuación de la autodenominada transformación en la que se profundiza el sectarismo, la militarización y la democracia entendida como la voluntad de las mayorías a raja tabla, sin respetar derechos de minorías ni el Estado de Derecho ni la división de poderes. Como respuesta social se han realizado movilizaciones en las que se pretende preservar lo poco que se tiene, una disfuncional y frágil democracia construida en un periodo breve. Es necesario seguir haciéndolo. Desde la Oposición partidista nada concreto, Oposición con poco contenido.

    Pero nadie, desde la esfera política, parece ocuparse del horror, de la cooptación de partidos políticos por intereses económicos, criminales y de pequeños grupos que se han apoderado de ellos; de la gran corrupción ni del control político de la justicia. ¿Es agenda de alguien? ¿Hay indignación y exigencia social para movilizarse sobre esto?

    ¿De qué democracia hablan tirios y troyanos? ¿Una con más de 4 mil fosas clandestinas, con cientos de miles de asesinados y desaparecidos; una en que el Estado ha preferido la vía militar que la civil; una en que la vida no está garantizada y la justicia tampoco? Si hubiera voluntad en algún partido, tendríamos alguna Fiscalía en el País que opere medianamente decente; no la hay. Habría algún partido con operación transparente, con principios antes que intereses, con agenda más allá de ganar elecciones. ¿Hay que esperar seis años para sacar el discurso de cambio, ofrecer futuro, hacer compromisos para luego negarse a rendir cuentas? ¿Hay que esperar a que se acerquen elecciones para mostrar la indignación en las calles?

    Mantener la democracia tiene que ser prioridad, pero si el resto no lo es, tarde o temprano la democracia morirá, formal o de facto. La exigencia e indignación tiene que incluir el fin de las violencias, de la impunidad, del maridaje político-criminal, el rescate de la vía civil y el cuidado del medio ambiente. Aquí también debe estar la indignación y la exigencia.

    Trabajar en búsqueda de la verdad, justicia y seguridad requiere un acuerdo de Estado, no de partidos. Una agenda de mediano y largo plazo en la que se sumen distintos actores sociales como la academia, las iglesias, los colectivos de víctimas, las organizaciones sociales y los empresarios.

    De ese tamaño es el reto, pero la clase política no parece estar a la altura y la indignación y exigencia social no ha sido suficiente.

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