La palabra confort es definida por el diccionario de la Real Academia Española como: “Bienestar o comodidad material”.
Esta comodidad, como se desprende de la misma definición, no es profunda ni brinda la satisfacción plena. No se trata de un gozo íntimo ni de un reposo espiritual.
El progreso digital resuelve muchos problemas, proporciona una cascada de información y facilita la vida práctica, pero no incide directamente en la búsqueda de la felicidad y del sentido holístico de la vida.
El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, en la entrevista publicada el 9 de octubre por el diario El País, hizo una comparación entre dos conocidas obras literarias, 1984 y Un mundo feliz:
“Las personas tienen la sensación de que algo no va bien con nuestra zona de confort digital. Pero nuestra sociedad se parece más a Un mundo feliz de Aldous Huxley. En 1984 las personas son controladas mediante la amenaza de hacerles daño. En Un mundo feliz son controladas mediante la administración de placer. El Estado distribuye una droga llamada “soma” para que todo el mundo se sienta feliz. Ese es nuestro futuro”.
Explicó que es imposible asimilar la gran cantidad de datos masivos que se reciben indiscriminadamente:
“El big data dispone solo de una forma muy primitiva de conocimiento, a saber, la correlación: si ocurre A, entonces ocurre B. No hay ninguna comprensión. La inteligencia artificial no piensa. A la inteligencia artificial no se le pone la carne de gallina”.
Asimismo, insistió en la necesidad de discernir la información: “Necesitamos que se acalle la información. Si no, acabará explotándonos el cerebro. Hoy percibimos el mundo a través de las informaciones. Así se pierde la vivencia presencial... La pantalla es una pobre representación del mundo. Giramos en círculo alrededor de nosotros mismos.
¿Sucumbo al confort digital?