Somerset Maughan publicó en 1944 un magnífico libro titulado “El filo de la navaja”, nombre sugerido por el epígrafe que escogió: “Arduo hallarás pasar sobre el agudo filo de la navaja. Y penoso es, dicen los sabios, el camino de la salvación” (Unpanishad Kathara).
Narra la historia de un personaje llamado Larry Darrel, quien buscaba encontrar el sentido de la vida para satisfacer sus ansias espirituales y su sed de felicidad, sobre todo, después de experimentar los horrores de la Gran Guerra. Para lograr su propósito rompió con todo lo que había construido hasta entonces, incluso su próximo enlace matrimonial y su prometedor futuro en el campo de los negocios. En aras de enriquecerse en su vida espiritual, frecuentó ambientes que facilitaran esta vía de interiorización, como eran París, la India y el Tíbet.
La poeta y filósofa, Chantal Maillard, al hablar de la relación que establecía María Zambrano entre la filosofía con la poesía, usó también el símil de un instrumento afilado, pero que no era ideal para cortar o separar, sino para unir, puesto que no era navaja sino bisagra. Afirmó que, de acuerdo a Zambrano, la filosofía es búsqueda, y la poesía respuesta; se trata, por tanto, de dos acercamientos y actitudes diferentes, que vienen a formar como una bisagra que posibilita la unidad entre ambas.
La filosofía, dijo, convierte en objeto lo que investiga y quien lo hace es sujeto. Ser objetivo es mirar a distancia. En cambio, la poesía es una escucha en la que uno se vacía a sí mismo. Por eso, concluyó, mezclar las dos actitudes no suele dar buenos resultados: “La bisagra es un límite extremadamente afilado: un momento de inatención y el pie resbala hacia uno u otro lado”.
¿Lubrico cuidadosamente esta fabulosa bisagra?
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