Todos los seres humanos están llamados a colaborar al bienestar de los demás a través de diferentes tareas, ministerios, compromisos y servicios. Es decir, cada uno recibimos una vocación para desempeñarnos en diversas ocupaciones o menesteres, pero siempre con vistas al servicio de nuestros semejantes.
Efectivamente, la palabra vocación deriva del latín “vocatio, vocationis”, que proviene del verbo ”vocare” y significa llamar. Es como un llamado interior que se recibe para dedicarse a una vida profesional puesta inobjetablemente al servicio de la comunidad.
Se habla de polifonía vocacional porque son muchas y muy variadas las vocaciones. No se trata de un solo sonido, sino de una conjunción de múltiples voces que se entrelazan y buscan entonar una melodía simultánea.
Al hacer una solícita invitación a orar por el éxito de la 61 Jornada Mundial de las Vocaciones, el Papa Francisco habló, precisamente, de una polifonía de carismas y vocaciones.
Indicó que discernir nuestra vocación, “es el modo más seguro que tenemos para alimentar el deseo de felicidad que llevamos dentro. Nuestra vida se realiza y llega a su plenitud cuando descubrimos quiénes somos, cuáles son nuestras cualidades, en qué ámbitos podemos hacerlas fructificar, qué camino podemos recorrer para convertirnos en signos e instrumentos de amor, de acogida, de belleza y de paz, en los contextos donde cada uno vive”.
Bergoglio fue claro y específico: ”Pienso en los que llevan adelante su trabajo con entrega y espíritu de colaboración; en los que se comprometen, en diversos ámbitos y de distintas maneras, a construir un mundo más justo, una economía más solidaria, una política más equitativa, una sociedad más humana; en todos los hombres y las mujeres de buena voluntad que se desgastan por el bien común”.
¿Descubro mi vocación? ¿Me siento llamado a servir a los demás?
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