Tres Culiacanazos y ningún protocolo
Gobierno y ciudadanía inmovilizados

OBSERVATORIO
    Un manual de intervención coordinada y secretarios del Gabinete estatal que respalden al Gobernador en turno a hacer lo correcto desde el primer minuto hubiera evitado que el miedo corriera a gran velocidad, a contrasentido del moroso flujo de la información oficial. La opinión pública entró en situación de desesperación al no contar con la versión institucional sobre los hechos y la zozobra puso su parte para la perturbación del sano juicio fusionado.

    Debieron ser útiles dos Culiacanazos para que el Gobierno de Sinaloa elaborara el protocolo de procedimientos ante hechos de violencia que generalizan el peligro y el miedo, sin embargo, la acción criminal que el viernes sustrajo a familias enteras de sus domicilios en la capital del estado patentizó que la actuación de elementos y mandos de la seguridad pública continúa siendo improvisada y por lo tanto errática. La ausencia de una directriz gubernamental única ocasiona pautas de reacción en medios, redes sociales y ciudadanos que por espontáneas son riesgosas.

    Un manual de intervención coordinada y secretarios del Gabinete estatal que respalden al Gobernador en turno a hacer lo correcto desde el primer minuto hubiera evitado que el miedo corriera a gran velocidad, a contrasentido del moroso flujo de la información oficial. La opinión pública entró en situación de desesperación al no contar con la versión institucional sobre los hechos y la zozobra puso su parte para la perturbación del sano juicio fusionado.

    Sensacionalismos aparte, la impensada operación de la delincuencia del narcotráfico para cobrarse facturas violentas al interior de la facción de los Guzmán del Cártel de Sinaloa no adquiere la dimensión de los “jueves negros” del 17 de octubre de 2019 y 5 de enero de 2023, pero si se toma en cuenta la dispersión de terror del 22 de marzo de 2024 es posible agrupar los secuestros masivos en un nuevo Culiacanazo. Si se le quiere o no llamar así, es lo que menos importa.

    Es que en medio del estado de alerta prolongado hasta ayer, llama la atención que los generales del Ejército que han estado a cargo de los tres episodios de violencia incontrolada, que son Cristóbal Castañeda Camarillo en los gobierno de Quirino Ordaz Coppel y Rubén Rocha Moya, y Gerardo Mérida Sánchez actualmente, hayan pasado por alto la definición del protocolo de respuesta que contribuya a restablecer la calma lo más rápido que se pueda posterior a ataques de los sicarios del narcotráfico contra la paz pública.

    En principio, dicha jerarquización de prioridades debe establecer el modo de organización y la estrategia para sofocar focos de ingobernabilidad ipso facto sin que sea necesario armar las tácticas militar y policiaca sobre las rodillas y así le sea cedido a la delincuencia tiempo valioso para colocar el vilo la seguridad de los sinaloenses. El protocolo debe ser implementado de manera inmediata a los eventos de violencia de alto impacto o antes de que estos detonen cuando sea posible la anticipación.

    Dos, es importante ordenar la comunicación gubernamental de los hechos desde el primer momento para que la población actúe en razón de lo que la autoridad informe, resultando imprescindible difundir la realidad para que los ciudadanos adopten decisiones adecuadas con base a datos oficiales realistas. Sólo con autoridades sensatas y creíbles se podrá reducir la marejada de información irresponsable propagada en redes sociales o medios amarillistas.

    Tres, a los ciudadanos debe proporcionárseles una fuente única de comunicación oficial, confiable y verificable, que proceda a actualizar la información conforme se desarrollen los hechos de violencia exacerbada. Esto, aparte de ser referencia para manejos periodísticos competitivos, aportará a la tranquilidad colectiva y facilitará la adopción de decisiones acertadas en lo individual o grupal.

    En cuarto término, importa adiestrar a la gente para que sepa cómo actuar ante riesgos inminentes derivados del reto sistemático del narcotráfico a gobiernos, leyes y comunidades. ¿Cuál salvaguarda es aconsejable en los hogares? ¿Cómo deben proceder los maestros y directores de las escuelas para cuidar las integridades física y emocional de los alumnos? ¿Qué método protector de sus trabajadores deben implementar las empresas? ¿Quién guarecerá a los transeúntes en vías públicas tomadas por punteros y abandonadas por policías viales y preventivos? ¿En qué momento normalizar la vida diaria y con qué garantías se ofrecen espacios recuperados para la seguridad?

    Y el quinto punto a cuidar tiene relación con la presencia en Culiacán de suficiente Guardia Nacional y Ejército Mexicano en constante distribución en el territorio municipal durante las 24 horas, que facilite la efectiva reacción inmediata en tanto se moviliza el resto de la fuerza policiaca y militarizada hacia las zonas neurálgicas de conflictos. Evitar el exceso de confianza en periodos de aparente paz y establecer la alerta máxima permanente.

    En tanto prosigan los reacomodos en el Cártel de Sinaloa, con facciones que de pronto parecen coordinadas y cuando menos se espera chocan entre sí, los sinaloenses viviremos en permanente estado de miedo y por lo tanto los gobiernos federal, estatal y municipales tendrían que estructurar medidas consensuadas para que autoridades e instituciones puedan cuidarnos mejor y la población aporte lo propio a la recuperación de la seguridad en el menor tiempo posible. Si los Culiacanazos llegaron para quedarse, entonces los cualiacanenses ocupémonos en resolver cómo podremos sobrevivir.

    Reverso

    Si a la puerta de tu casa,

    El crimen llegara a tocar,

    No le des permiso de entrar,

    Porque con los tuyos arrasa.

    Prensa entre balas

    Como el buen Juez que por su casa empieza, los medios de comunicación de Sinaloa fundados en principios éticos convencionales tendríamos que poner el ejemplo de protocolos que privilegien la protección de los periodistas en circunstancias de alto riesgo, remarcando la contraseña vital que aconseja que ninguna noticia, así sea la mejor de todas, vale la vida de un trabajador de la información. La vocación del reportero lo lleva a meterse al peligro sin medir las consecuencias, pero es tarea de los dueños y directivos de las tribunas periodísticas mantenerlos a distancias seguras cuando el fuego cruzado a nadie da garantías de supervivencia.

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    sicairos6204@gmail.com

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