Carnaval de claroscuros

    Hoy culmina el Carnaval Internacional de Mazatlán en su versión 2024, una fiesta que se ha ganado una reputación de grandiosa y catalogada de las más importantes festividades de Momo en el mundo.

    Son 126 años de una celebración que nació en Europa de un evento pagano con claros vínculos religiosos, específicamente con la Semana Santa celebrada por la Iglesia católica.

    Los carnavales son considerados fechas de relajación para los habitantes de las ciudades donde se celebran y que atraen a visitantes de otras latitudes, generando en muchas de ellas un gran flujo de turistas, quienes acuden atrapados por el ambiente festivo y alegre.

    Mazatlán ha ido creciendo en la calidad de sus servicios al turismo, lo cual se refleja en algunas ediciones de los carnavales realizados año con año, solo cancelado en este siglo en 2021, por la pandemia de Covid.

    Sin embargo, la fiesta de luz y color se ve ensombrecida por algunas situaciones que se repiten año con año y parece que son difíciles de erradicar.

    De unos años a la fecha ha proliferado una especie de personas que considera que pueden pasar por encima del estado de derecho y hacer lo que se le pegue en gana, apuestan a la lentitud de la autoridad y la falta de personal para inhibir y sancionar actividades como la renta de sillas en el malecón de Mazatlán, ruta que siguen tradicionalmente los desfiles del Carnaval los días domingo y martes.

    Lo inaudito es que este año no solo pretendieron, y en algunos casos lo lograron, rentar las sillas a personas bien intencionadas que buscan disfrutar el paso de los carros alegóricos y comparsas en comodidad, sino que ahora pretendían rentar el espacio público donde algún espectador estuviera de pie admirando el desfile.

    Otro prietito en el arroz es el caos vial que se genera previo y después de los eventos, situación muy difícil de corregir ante la falta de vialidades que agilicen el cada vez más creciente parque vehicular.

    Una situación que lleva a otra, los altos cobros de las agrupaciones de taxistas y de los choferes de plataforma que aprovechan la necesidad de trasladadarse de los paseantes.

    Un Carnaval, una fiesta, una catarsis para el pueblo, y es el pueblo quien hace esfuerzos por disfrutar su fiesta pese a los intentos de algunos gandallas que intentan apropiarse de los espacios públicos.

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