|
"La Vida de acuerdo a mí"

"32 años después"

""

    “Dios me está castigando por ser egoísta”, fue el tercer pensamiento que tuve al sentir el temblor de 8.1 grados que puso a la Ciudad de México en estado de alerta y pánico la semana pasada.

    Por si no lo recuerdan, mi última columna trató sobre cómo no me sentía particularmente triste debido a la situación de Texas por el Huracán Harvey, y dos días después, el karma me dejó llorando en el piso de mi cuarto mientras miraba mis lámparas y cuadros tambalearse y me preguntaba qué sería de la capital después de un temblor masivo que llevaba 32 años de retraso.

     

     

    Sin embargo, cuando aún ni si quiera cesaba de moverse la tierra, no estaba sorprendida. Sabía que el día llegaría, ya que lo esperé desde el primer momento en que puse un pie en la ciudad. Dos años y un mes después, la pesadilla se realizó, y me descubrí sola y poco preparada para lo que fue el primer sismo de mi vida. Recordé como tan solo dos o tres días antes mi mamá me había contado sobre aquella mañana de un 19 de septiembre de 1985 en la que despertó para asomarse por la ventana y ver una nube de polvo blanco, que al pasar, revelaba una calle repleta de edificios derrumbados. Y ahora su hija, más de tres décadas después, vivió en carne propia la energía acumulada que se amasó en el subsuelo tras ese primer terremoto, pero no puede decirse que las experiencias hayan sido muy similares, por lo menos en lo que concierne a cómo se desarrolló el asunto y a las consecuencias que tuvo.

     

     

    Todavía ni cesaba el sismo, cuando en el grupo de WhatsApp que comparto con mis compañeros de la universidad ya se estaban reportando y compartiendo qué colonias se habían quedado sin luz. Cuando escribí que estaba sola y asustada, no dudaron en llamarme por teléfono y preguntarme por mi estado. Segundos después ya todos sabíamos de que intensidad había sido el desastre, si se habían caído edificios, y, a tan sólo unos minutos, ya circulaban los memes sobre lo sucedido. Pronto me comuniqué con otros mazatlecos que viven en la capital, y nuestros sentimientos fueron similares. Angustia, pánico, preocupación, un extraño sentido de pertenencia a la capital, y sobre todo, profundo agradecimiento de que 2017 no pueda compararse a 1985.

     

     

    A la mañana siguiente, a pesar de haber dormido poco más de tres horas, me desperté temprano para ir a clase y me pareció que mi barrio había cambiado. Aunque era visiblemente diferente, las calles se sentían vacías e inundadas por la tensión. En el metro la única conversación que se escuchaba era sobre el sismo. Fuera de eso, nadie hablaba de nada.

     

     

    Honestamente no tengo nada más que decir. Pudo haber sido mucho peor. Es cierto que fue aterrador y durante aquel terrible minuto imaginé toda clase de cosas y pasaron por mi cabeza algunos cuantos arrepentimientos. Pero si comparamos el caso de la Ciudad de México a la situación de Oaxaca o Chiapas, no podemos quejarnos demasiado. Un poco, sí, pero no demasiado. Para aquellos que vivieron el temblor del 85 la experiencia debió ser mucho más traumática. Supongo que vieron en sus mentes a la ciudad que llaman hogar destrozada. Tal vez temieron que al abrir los ojos o desbloquear el celular se enterarían de cómo la catástrofe obligaría a miles a iniciar desde cero de nuevo. Pero no fue así.

     

     

    Por alguna razón, no tengo miedo de que vuelva a temblar. Siempre me ha parecido que hay una especie de cúpula alrededor mío, que me mantiene a salvo de las cosas malas pero me da uno que otro sustito de vez en cuando para que pueda darme el lujo de ser dramática. Sin embargo, si me preocupa el estado del planeta en la actualidad. La Tierra está muy molesta con todos nosotros. Sabe bien lo mal que la hemos tratado, lo admitamos o no. Me pregunto qué pasará ahora. En los últimos días me ha tocado presenciar inundaciones masivas, socavones de 13 metros de profundidad y temblores de 8.1 grados. Texas está sumergido en agua, el Caribe quedó en la ruina, Florida y California se ven amenazadas; justo leí que Italia estaba en sequía pero ahora está inundado, Oaxaca y Chiapas sufren, etc. 

     

     

    Presiento que pronto esa cúpula imaginaria que he cargado conmigo toda mi vida se desvanecerá pronto. Muy pronto.

    Periodismo ético, profesional y útil para ti.

    Suscríbete y ayudanos a seguir
    formando ciudadanos.


    Suscríbete
    Regístrate para leer nuestro artículo
    Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


    ¡Regístrate gratis!