|
"Opinión"

"A Juan S. Millán lo salvó el abucheo"

""
22/05/2017

    Manuel Clouthier

    Twitter: @ClouthierManuel

     

     

    En mayo de 2004 se acercaba el proceso electoral en Sinaloa para elegir al sucesor de Juan S. Millán. Las encuestas señalaban preferencias para el PRI como partido, pero cuando ponías el nombre de Jesús Aguilar Padilla se caía como 10 puntos porcentuales; la lectura era clara: la gente no quería continuidad del millanismo.

     

    Se especulaba sobre quién sería el candidato del PRI, unos señalaban con aplomo que sería Abraham Velázquez por ser el hombre de confianza de Juan. Yo dije que el candidato priísta tendría que cumplir dos requisitos y Abraham solo cumplía uno. El primero era garantizar el maximato de Millán. El segundo requisito era que debía continuar con el pacto del sexenio con el “Cártel de Sinaloa”. El candidato priísta fue Jesús Aguilar Padilla, cumplía los dos requisitos.

     

    El jueves 13 de mayo de 2004, declaré públicamente que no buscaría la candidatura a la Gubernatura por el PAN; una de las razones fue que se acababa de destapar Heriberto Félix, mi cuñado, y de haber pretendido postularme habría creado un conflicto familiar.

     

    También hubo otros factores como el que fui a ver al Presidente Vicente Fox para saber si estaba comprometido en combatir el narcotráfico y la narcopolítica en Sinaloa. Nos reunimos don Luis H. Álvarez, Luis Felipe Bravo Mena y un servidor en Los Pinos con Fox. 

     

    La reunión fue una gran decepción y nomás faltó que Fox nos dijera… ¿Y yo por qué? También me reuní con prominentes empresarios locales y ambos me dijeron: “Mi candidato es Heriberto Félix”.

     

    Cuando anuncié que no buscaría la candidatura hubo fiesta en el tercer piso del Palacio de Gobierno. Las encuestas señalaban que con Heriberto de candidato las preferencias de arranque para el PAN eran menos de 20 por ciento y casi 20 puntos porcentuales abajo del PRI, incluso con Aguilar Padilla.

     

    Jesús Aguilar Padilla, sospechosamente, se fue de viaje a Sudamérica; no le preocupaba la campaña, “estaba ganada”, pensó. Entre los países que visitó estaba Paraguay, conocido centro de “lavado” de dinero.

     

    Heriberto Félix Guerra hizo un “campañón”. Su campaña fue alegre, esperanzadora, familiar. Trabajó todo el Estado muy intensamente, y con el apoyo de su esposa Lorena, mi hermana, logró mover las almas de las mujeres, que siempre son un activo importante en la lucha política.

     

    Mientras Heriberto recorría el estado, Aguilar y Millán descansaban. Félix Guerra los rebasó como en la fábula de la liebre y la tortuga. La soberbia de Juan subestimó a Heriberto. Estaba Millán tan alejado de la gente que no supo leer el pulso social. La gente de Sinaloa estaba harta de los excesos del millanismo. Juan Millán era el máximo exponente de la narcopolítica en el país, al mismo nivel que Tomás Yarrington de Tamaulipas. Uno en el Pacífico, otro en el Golfo.

     

    Aun así, Juan creía que ganaba, así se lo indicaban sus encuestas que cada mes le entregaba Roy Campos de Consulta Mitofsky. Millán subestimó la indignación por la corrupción en la construcción y arrendamiento de la USE; la corrupción en la venta de terrenos en el 3 Ríos a Antonio Sosa; los asesinatos de Aguirre Meza y Chávez Castro; su alianza con Jesús Patrón; los excesos de corrupción de su equipo como Óscar Lara Arechiga. Estaban llenos de soberbia, no eran dueños del mundo, pero sí de Sinaloa.

     

    Con el ego hinchado, Millán le pidió a Eustaquio de Nicolás, dueño de Homex y del equipo de futbol Dorados de Sinaloa, que le hiciera un homenaje en el estadio en el medio tiempo del juego. Juan pensó que la gente lo ovacionaría y lo sacaría en hombros por haber traído el futbol de Primera División a Sinaloa. La sorpresa fue que se llevó uno de los peores abucheos que jamás haya recibido un gobernante sinaloense. Todavía su ego lo hizo levantar el reconocimiento frente a la gente y ésta elevó el tono del abucheo. Juan regresó a su palco en el estadio con los hombros caídos y la cabeza agachada, el lenguaje corporal de un perdedor. Al llegar le dijo a sus invitados: “Se va poner fea la cosa”.

     

    Faltaban 15 días para la elección y esto le permitió operar para robarle la elección a Heriberto Félix Guerra. Si Millán no hubiera pedido el reconocimiento su sorpresa habría sido el mismo día de la elección y ya no habría tenido tiempo para robarse los votos.

     

    Lo salvó el abucheo, tuvo suerte.

    Periodismo ético, profesional y útil para ti.

    Suscríbete y ayudanos a seguir
    formando ciudadanos.


    Suscríbete
    Regístrate para leer nuestro artículo
    Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


    ¡Regístrate gratis!