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"Artículo"

"Acabas de comer, ¡no te metas a la alberca!"

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    Se avecina Semana Santa. Ya podemos visualizarnos disfrutando del sol en la playa. Claro, aún con la diversión en mente, tomaremos todas las medidas de prevención de salud recomendadas tanto para adultos como para los niños: aprenderemos primeros auxilios antes de las vacaciones, llevaremos un botiquín, aplicaremos bloqueador solar de 30fps o más por lo menos 15 minutos antes de entrar a la alberca, evitaremos el sol directo entre las 11 am y las 3 pm, cuidaremos de los niños en todo momento, etc. 

     

    Por supuesto que haremos todo eso, ¿verdad?

     

    ¡Ah! y también recomendaremos que nadie se meta al agua después de comer, ¿cierto? ¡Oh! pero este último mensaje es erróneo. Es un mito. El cuerpo es una máquina bien regulada y eficiente. Según la actividad que se esté realizando, el cerebro coordina el flujo de sangre a los diferentes órganos, dándole prioridad a los que estén participando en ese momento. Por ejemplo, cuando alguien corre, existe un mayor flujo de sangre en los músculos y menos en el aparato digestivo.

     

    Cuando alguien come, hay mayor flujo hacia el intestino, y menos en los músculos. Por esta razón se cree que si nos metemos a nadar después de comer, los músculos no estarán preparados, nos dará un calambre, y nos ahogaremos. 

     

    Pero ésa no es la realidad. Los calambres, incluso en nadadores o atletas están más relacionados al ejercicio extenuante que a haber comido antes. De hecho, no hay reportes de personas ahogadas simplemente por un calambre. Aún en esa situación la persona podría nadar. Las academias de pediatría y la Cruz Roja ni siquiera emiten recomendaciones directas acerca de tener que esperar un tiempo específico después de comer para entrar a la alberca. En cambio, hay factores de riesgo que verdaderamente aumentan la posibilidad de un ahogamiento como la ingesta excesiva de bebidas alcohólicas. 

     

    Claro, el sentido común no se puede dejar a un lado. Si acabamos de comer en exceso al grado de quedar inflados como ‘bobitos’, como solemos hacer en las vacaciones, no sería prudente querer nadar desde la playa de Mazatlán hasta la Isla de Venados. Pero tal vez sí podamos permitir a los niños disfrutar cada uno de los preciados segundos dejándolos entrar al chapoteadero después de haberse comido medio taquito de carne.

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