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"Opinión"

"Cataluña"

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    lqteran@yahoo.com.mx

     

    Vivimos en un mundo polarizado, pueblos clamando por ampliar sus libertades y otros luchando aún por la independencia de sus pueblos, buscando aprovechar sus riquezas nacionales, para distribuirlas de manera más equitativa. Esa aspiración a gozar de democracia sigue latiendo  entre los pueblos de todos los continentes.

     

    En Latinoamérica, en el Siglo 19, los pueblos de América dieron un gran paso al liberarse de los poderes coloniales y alcanzaron una conciencia de su unidad frente a los intereses de las metrópolis. Pero algunos países, como Puerto Rico, aún hasta hoy mantienen el reclamo popular a favor de su independencia. Y, en cierta forma, casi todos los países del continente intentan liberarse de las formas quizás más sutiles de neocolonialismo, que trata de imponer un modelo de economía, gobierno  y cultura ajeno a su historia común y a su idiosincrasia.

     

    Los pueblos americanos lograron desde el Siglo 19 su independencia de España, después de cruentas guerras libradas con estoico heroísmo. Después de esa lucha contra el imperio de España, surgieron naciones libres y soberanas, con fronteras delimitadas y con gobiernos republicanos en su mayoría. De aquella vieja España, sin embargo, ya en perspectiva nos queda una herencia, sobre todo cultural, que valoramos: el idioma o la mezcla de razas, pero sin renunciar por ello a la legítima aspiración de vivir como pueblos soberanos y libres.

     

    Los triunfos de los pueblos americanos por su independencia son épicos y desde su independencia de España han tenido que librar una lucha no menor por su soberanía, frente al poder imperialista de Estados Unidos. Algunos países, como México, han sido mutilados, como cuando se perdió la mitad en la Guerra del Álamo, en tiempos de Santa Ana. Algunos países, como Cuba, Dominicana y Panamá han sufrido invasiones. Otros, como Puerto Rico, enfrentan el embate de nuevas formas de colonialismo. Pese a ello, América Latina no ha arriado banderas en su aspiración a borrar toda forma de intervencionismo.

     

    Es esa experiencia histórica la que nos ha permitido como naciones permanecer alertas ante los reiterados intentos del imperio del norte, en intervenir y limitar nuestras soberanías.

     

    En ese aspecto también tenemos una comprensión de lo que sucede en el Viejo continente, donde en muchas regiones hay fuertes luchas separatistas. Estamos completamente convencidos que la mayor parte de los pueblos que luchan por la autonomía de sus pueblos  tiene justificaciones históricas.

     

    Como es el caso de Cataluña, en España, que durante siglos ha buscado independizarse de un anacrónico régimen centralista, en parte aún monárquico. Los catalanes incluso han sufrido, como en tiempos de Franco, la imposición de una dictadura que prohibía el uso de la lengua catalana entre sus habitantes. Pese a ello, Cataluña ha permanecido fiel a su lengua y a su tendencia comunitaria como pueblo, preservando su prestigiado arte y su elevada cultura. Cataluña ahora, mediante un referéndum a favor del SI a su independencia, ha reiterado su aspiración a ser una nación soberana.

     

    Hoy los catalanes le dicen abiertamente al Rey de España que ha terminado la época de los vasallajes, y no hay ninguna razón justa para seguir sometidos a la Corona Española, o a una Constitución obsoleta que niega el perfil autonómico alcanzado económica, política y culturalmente por los catalanes.

     

    En esas condiciones es inminente su independencia de España. No alcanzarán policías ni guardias civiles, y ningún poder represivo del Estado español podrá a la postre someter al pueblo catalán a los designios centralistas del Gobierno español. Su lucha separatista está basada en razones históricas.

     

     Los argumentos esgrimidos por el Rey de España, Felipe VI, con relación al referendo del 1 de octubre, donde abrumadoramente el pueblo catalán votó por el Sí, son de una gran pobreza. Sus razones son débiles, además de provenir de un poder completamente desfasado de la realidad española. Lo mismo pasa con el régimen conservador del Presidente Mariano Rajoy, ambos serán incapaces de impedir al pueblo de Cataluña consolidar su independencia, pese a que los poderes fácticos de la prensa y los grandes banqueros se han lanzado en contra de Cataluña. Como una fuerza natural es el empuje de los pueblos por obtener su libertad. Hoy ha sonado la hora de Cataluña libre y no habrá fuerza capaz que detenga su justa causa independentista.

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