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"Opinión"

"Cinco barreras en el comportamiento ético"

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    A Lázaro
     
    ¿En qué momentos un directivo de empresa puede verse movido a actuar de manera deshonesta, con el fin de incrementar las ventas, aumentar las utilidades, ganar nuevas cuotas de mercado o ganarse el favor y reconocimiento del grupo de accionistas de la organización?¿Moverse dentro del sinnúmero de vacíos legales, es reflejo de una forma de liderazgo alineado al viejo proverbio: “el que no tranza no avanza”? ¿Hasta qué punto es verdad que actuar de espaldas a la éticas es una constante, más que un comportamiento ocasional? ¿Hasta dónde los directivos de “éxito” tienen que dejar sus escrúpulos y prejuicios éticos para alcanzar el éxito en el mundo empresarial? 
     
    Motivado a dar respuesta a estas y otras preguntas, desde hace más de dos décadas Max H. Bazerman ha venido investigando cuáles son los propulsores del fraude en las organizaciones empresariales, así como las barreras que dificultan el comportamiento ético en ellas.
     
    Dado que dicha situación no es exclusiva del sector empresarial, y debido a la importancia que reviste el tema de la corrupción en nuestro país, retomaré las principales ideas que Max H. Bazerman y Ann E. Tenbrunsel expusieron en un artículo publicado en 2011 en la Harvard Business Review.
     
    A decir de estos autores, la mayoría de los directivos trata de conducir sus organizaciones de una manera ética, sin embargo, estos mismos dirigentes, muchas veces “amoldan o violan las normas éticas”, porque, “sin saberlo”, padecen una especie de ceguera que les conduce a incentivar comportamientos inmorales. 
     
    Bazerman y Tenbrunsel consideran que este “desvanecimiento ético”, se debe a que los directivos tienen un “sesgo cognoscitivo” que distorsiona la toma de decisiones, debido a que piensan en términos de costo-beneficio, dejando por fuera la dimensión ética. Me explico. 
     
    Imagine la siguiente situación. Marco Antonio, propietario de una granja avícola, está convencido de la viabilidad económica de producir huevos bajo el esquema “ave libre en corral”. Además de evitar el sufrimiento animal, esta filosofía promueve que a lo largo de su vida productiva, las gallinas no permanezcan encerradas en una jaula minúscula que les impide sostenerse en dos patas o aletear cuando requieren hacerlo. Entusiasmado con el proyecto, Marco Antonio puso en marcha una serie de cambios en las instalaciones que de inmediato cambiaron la fisonomía de la granja. Durante las obras, Mariano, uno de sus colaboradores de confianza, sugirió construir una planta de tratamiento de aguas, con el propósito de que la operación de la granja fuera ecológicamente sostenible; el sueño era tener una “granja verde”. El costo de esta nueva obra rondaba los 2 millones de pesos; con el propósito de estar convencido de la viabilidad de esta inversión no prevista en el plan original, entre otras cosas, Marco Antonio investigó el monto de las multas derivadas del “manejo inadecuado de aguas negras”. Su pesquisa lo dejó muy inquieto, por lo que decidió volver a conversar con su colaborador. “Mariano, ya eché números y veo que no me conviene construir la planta de tratamiento; la inversión equivale a pagar más de 10 años de multas; prefiero invertir ese dinero en cosas más urgentes, e ir pagando conforme me vayan multando”.
     
    ¿Los 2 millones de pesos desataron en Marco Antonio un sesgo cognitivo tal, que lo empujaron a renunciar a sus convicciones éticas y actuar fuera del marco de la ley? ¿Qué factores estuvieron presentes en dicho sesgo?
     
    A decir de Bazerman y Tenbrunsel, hasta los directivos mejor intencionados pueden perder la brújula moral cuando:
     
    El diseño de metas contempla incentivos perversos que premian la conducta poco ética. Por ejemplo, si el constructor responsable de realizar los ajustes en los corrales de la granja avícola paga a sus obreros por día trabajado, y no por obra determinada, las modificaciones pudieran extenderse en el tiempo de manera innecesaria, debido a que los obreros podrían retrasar los avances de la obra, con el fin de obtener una paga mayor. Seguramente, el responsable de la obra no tenía como objetivo promover la simulación, la ineficiencia o el letargo, sin embargo, la manera en que está organizado el proyecto puede dar pie a comportamientos poco éticos.
     
    Ceguera motivada. Surge cuando las personas ven únicamente lo que quieren o les conviene ver. Los implicados en la decisión “deciden voltear hacia otro lado, mientras les sea posible seguir obteniendo buenos resultados financieros”. Por ejemplo, Marco Antonio decidió asumir el pago de la multa por contaminar con aguas negras, con el fin de ahorrarse un dinero que podría ser invertido en otras cosas.
     
    Ceguera indirecta. Se hace patente “cuando los ejecutivos y consumidores tienden a no responsabilizar a las personas y organizaciones por conductas poco éticas materializadas a través de terceras personas, incluso cuando la intención [de fraude] es clara”. Un ejemplo de esta forma de sesgo cognitivo, sería que el propietario de la granja subcontrate a una empresa para que se deshaga de los desechos de una forma que seguramente amerita una multa.
     
    La pendiente resbaladiza. Los autores entienden que esta barrera ética surge cuando llegamos a una conclusión como esta: “si consideramos que las infracciones menores son aceptables, entonces seremos propensos a aceptar infracciones cada vez más graves, siempre y cuando cada violación sea imperceptible más seria que la anterior”. Volviendo al caso de la granja, podríamos ver el influjo de la pendiente resbaladiza en el momento que después de pagar la multa por verter los desechos en un río cercano a la granja, Marco Antonio esté dispuesto a manipular el medidor de la energía eléctrica para pagar menos, no dar de alta en el IMSS a todos sus trabajadores, y así sucesivamente.
     
    Sobrevaloración del resultado. Se pasan por alto “conductas poco éticas cuando los resultados son buenos, pero, inconscientemente, ayudan a socavar la conducta ética en la organización”. Por ejemplo, el propietario de la granja promueve decididamente la política de “renuncia al maltrato animal”, pero pone muy poca atención al impacto ambiental que trae consigo la contaminación que genera el vertido de aguas negras en un río aledaño a la granja.
     
    Ciertamente no hay fórmulas mágicas que permitan resolver de la noche a la mañana las barreras señaladas, sin embargo, los autores proponen una serie de alternativas prácticas que pueden ser de mucha utilidad cuando lo que se busca es actuar éticamente: a) al momento de diseñar metas e incentivos, identificar cuáles son sus implicancias y consecuencias éticamente indeseadas; b) identificar y eliminar de raíz los conflictos de interés; c) identificar si un trabajo que se delega en un tercero tiene un impacto éticamente controvertido; d) estar alerta a cualquier falta ética que se cometa con el fin de sancionarla, y evitar así que en el futuro se pronuncie la pendiente resbaladiza; y, d) examinar las decisiones más allá de los resultados, haciendo un zoom en los procesos.
    Como siempre comento cuando hago referencia a las controversias éticas que se presentan en el mundo empresarial, los métodos para la toma de decisiones éticas no aseguran respuestas únicas e infalibles, pero son muy eficaces para decidir con mayor justicia y altura humana. Queda en el terreno del libre albedrío llevarlas a la práctica.
     
     

    @pabloayalae

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