"Corrupción, el tema"

Prácticamente no hay reunión donde no surja el comentario sobre los casos de corrupción y su prima la impunidad, es una constante y siempre nos referimos a personajes ligados al mundo del gobierno en sus diferentes niveles, aunque penosamente hay que reconocer que para que haya corruptos siempre hay corruptores, el evento siempre requiere de los dos personajes.

La campaña anticorrupción de Coparmex “Yo no doy mordida” pone el dedo en la llaga por lo que cuesta al País -10% del PIB- además de que muestra que no es un “tema cultural” como se ha dicho. Me parece que sacar el tema a la discusión abierta es un primer paso necesario porque reconoce el problema y permite incorporar a la discusión sólo los síntomas sino también que medidas se deben de tomar para su prevención y castigo.

 Una primera tentación es la de tener más leyes o mejor mejores leyes, puede ser, pero ya vemos como ha caminado la instalación del Sistema Anticorrupción a nivel federal y estatal. La trampa es creer que el proceso resolverá el problema. También está el recurso de mayores penas, esto puede ayudar, pero el supuesto de que a mayores castigos tendremos menos corruptos ayudará, pero no alcanza.

Estamos ante un problema que deja claro que quienes tienen conductas corruptas las hacen sabiendo lo que hacen, no es un problema de ignorancia, saben lo que hacen. Pueden aducir que todos lo hacen, que tienen que participar porque hay una maquinaria que así lo manda. Eso los tranquiliza aunque saben que están mal.

Un problema con tantas manifestaciones requiere de un esfuerzo colectivo, no es un asunto que deba de atender una dependencia, requiere que todos participemos y estemos pendientes en nuestra vida diaria. Hay un síntoma que es caldo de cultivo para que la corrupción se desarrolle, la discrecionalidad, esa manga ancha donde lo que debiera ser un trámite sencillo, con pasos claros y requisitos establecidos se vuelve complicado, tortuoso y en más de un caso, sin que la ley lo establezca, oneroso.

Creo que toda conducta tiene consecuencias y ese es quizá el punto, las acciones corruptas deben de tener consecuencias, el que no pase nada y todo quede en periodicazos no ayuda en la persecución del delito. Buenos jueces, fiscales, controles, inspecciones son fundamentales. Es cierto que se ha avanzado y hasta hemos creado una secretaría de Estado para ese fin, pero la verdad es que mientras no tengan facultades –dientes le dicen, que si faltan, pero lo que realmente se necesita es voluntad política- todo quedará en inhabilitación sin que nadie pise la cárcel. Eso le haría pensársela más de dos veces a muchos.

 Hablando de los dineros públicos el punto central es la transparencia, no hay otro camino, se debe poder publicar, conocer todo, más vale pecar por exceso que por defecto. La transparencia se debe vivir en la empresa y los mercados, no sólo en la administración pública. Reservar información es un recurso que puede usarse por excepción en determinadas circunstancias pero siempre queda en medio un mensaje de que aquello no esta totalmente claro.

Hay que decir que estamos ante un problema moral donde la ética no es la solución, pero no hay solución sin ética. La campaña “Yo no doy mordida” ayuda porque es un reconocer que en el plano social hay que insistir que las conductas inmorales –como “la mordida”- deben de ser erradicadas, porque el daño que se hace es muy grande y de largo plazo. La lucha es por una cultura de legalidad más que por una cruzada anticorrupción. Ese es el reto.

Felices Pascuas de Resurrección.

Director de ICAMI, Centro de Formación y Perfeccionamiento Directivo, Región Noroeste

alfredo.santana@icami.mx / @luisalfredo