"Crimen, hoyo negro del debate. La tarde que el narco debió reír"

Desde sus madrigueras en la sierra de Sinaloa, los jefes de las organizaciones criminales atrincheradas en el estado hubieron de soltar sonoras carcajadas al escuchar las propuestas de los candidatos a la Presidencia de la República en materia de seguridad pública, al mismo tiempo que una bala, más barbarie y arsenales de mentiras ocasionaron que a los mexicanos se nos erice la piel. 

Los jefes y pistoleros del cártel de Sinaloa han de haber visto el debate en sus gigantescas pantallas planas tratando de situar las empatías con alguno de los aspirantes. Con la cruel idea de amputarles las manos a los corruptos, el desafortunado ofrecimiento de amnistía, la continuidad del modelo Peña Nieto o el regreso de la guerra calderonista.  

Siendo intuitivamente osados, es hasta posible percibir las arengas de “¡eso, pariente!”, “¡chingón, bato!” que los capos emitían al ser testigos desde sus casas de seguridad del mayor deterioro del estado de derecho y la débil voluntad política para perseguirlos que asoman detrás de quien sea que lleve las riendas del País.

Más allá del inviable exhorto a deponer las armas y reajustar sus actos a la ley que propone Andrés Manuel López Obrador, nada nuevo hay en las posturas de construcción de paz. José Antonio Meade trae consigo la réplica de la actual estrategia anticrimen y Ricardo Anaya quiere retomar la militarización y combate frontal que desde hace 12 años cubre al País con sangre. 

La amnistía de López y las amputaciones del independiente Jaime Rodríguez sirvieron de parapeto a Meade y Anaya, facilitándoles al priista y al panista evadir la relevancia del tema. Ante la entelequia del “Peje”, el que más se acercó a nuestra realidad infame fue “El bronco” al colocar la bala asesina a la vista de todos y azuzar a la justicia por mano propia con la ley de las manos cercenadas. 

En general, resalta la ausencia de propuestas para recuperar al País de la barbarie reincidente que en los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto ha dejado 207 mil personas asesinadas, según la cifra que circuló el día previo al debate, solo para decirnos que el actual Mandatario rebasó al anterior en el recuento de muertes violentas.

El tema de la inseguridad se aposentó en los atriles de los debatientes pero únicamente para que no olvidemos la desgracia de niños, jóvenes, mujeres y tantos inocentes caídos en la guerra que va ganando la delincuencia. La memoria social, actualizada en la víspera, amenizada por los truenos de la tormenta que prevenían más que los candidatos sobre el sombrío futuro que se acerca. 

Sin duda el principal damnificado fue Andrés Manuel López Obrador al ver limitada la capacidad para deslindarse o justificar su propuesta de amnistía a la delincuencia, flanco débil que los contrincantes aprovecharon para bombardearlo e intentar bajarlo de la posición de Presidente virtual de México. 

Le seguimos, en el orden de afectados, los ciudadanos que queriendo encontrar en los candidatos la contraseña para salir del agujero negro del miedo, lo que hallamos en realidad es un empujón hasta el fondo del abismo del que, eso creímos, íbamos a salir con el próximo Presidente de la República. 

Re-verso 

“El Bronco” con la visión,

De las manos amputadas,

Tiene aptitudes probadas,

Para zar anticorrupción. 

Desbandada postdebate 

Mientras el senador panista Salvador López Brito presumía ayer en Los Mochis que Ricardo Anaya ganó el debate entre presidenciables, en Culiacán integrantes de la artillería pesada del PAN como Alejandro Camacho y Wilfrido Veliz, ex alcaldes de Mazatlán y Sinaloa, así como el ex diputado local Carlos Zamudio, se adhirieron al movimiento pejista. ¡Sálvese quien pueda de la debacle albiazul!

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