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"Alejandro Moya de la Mora"

"DESDE EL ICAMI"

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DESDE EL ICAMI

     

    ay muchas personas que están convencidas de que el cambio en la administración pública de nuestro vecino del norte, los comentarios del Presidente Kim Joung-un hacia EE.UU., los casos de corrupción en Brasil, o los enfrentamientos en Oaxaca; afectarán directamente al desempeño comercial de su empresa. No opinan esto basados en el estudio de datos macroeconómicos con que nos han inundado desde inicios de año, sino en una emoción que es muy poderosa, tan poderosa que mueve a la gente a tomar decisiones que cambian las circunstancias de muchas personas. Esta emoción es el miedo, puro y paralizante.

    Hace poco más de 100 años José Ortega y Gasset, expresó en su obra “Meditaciones del Quijote” la reflexión “yo soy yo y mis circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Esta reflexión no pierde actualidad, especialmente en la época tan cambiante que nos toca vivir hoy; de un minuto a otro las circunstancias pueden cambiar en todos los mercados, sin importar la solidez, tamaño o antigüedad de los mismos.

    Por otro lado, las circunstancias condicionan, no determinan, ya que por definición las circunstancias son accidentes en el tiempo que rodean a una persona o cosa. Por lo que los únicos responsables de actuar y responder ante los cambios somos las personas que conformamos la sociedad.

    En la medida en que estemos mejor preparados para adaptarnos a los cambios, podremos ir transformando esta emoción en un impulso retador que nos empuje a lograr cosas inimaginables. Pero estar preparados para los cambios no es fácil, en especial porque no sabemos cuál será el siguiente; para ello se nos requiere conocernos a profundidad, y eso no es tarea fácil, porque para eso se requiere humildad, mucha humildad y apertura de mente.

    La humildad es la virtud (hábito operativo bueno) que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. Si aplicamos esta virtud a nivel organizacional, podremos -en lugar de “atacar” al mercado con nuestras fortalezas, que todos hacen lo mismo- identificar claramente cuáles son nuestras áreas de oportunidad, nuestras debilidades y amenazas, luego entonces, actuar en consecuencia.

    Pero si la humildad es un hábito ¿cómo se logra obtener? Y ¿cómo podría ayudar en el desempeño comercial de las empresas?

    El miedo a los cambios macroeconómicos tiene su raíz una actitud un tanto soberbia y otro tanto controladora, al creer que podemos influenciar en el resultado con nuestras acciones particulares, y terminan por distraernos de lo que debemos hacer hoy y ahora: liderar a nuestros equipos de trabajo al logro de las metas propuestas con antelación.

    Un estudio realizado por la University of Washington Foster School of Business arrojó “que las personas humildes tienden a ser líderes más efectivos y a la vez, cuentan con más probabilidades de ser mejores tanto a nivel individual como de equipo” (entrepeneur).

    La humildad se perfecciona saliendo de uno mismo, y poniendo todos los esfuerzos en escuchar, atender y ayudar a los demás, aceptar las propias limitaciones, dándonos cuenta de que somos humanos; y se nos permite cometer errores, porque no somos perfectos ni tenemos el monopolio de la verdad. Al contrario, reconocer esto ante un equipo inspira a los demás a colaborar y demostrar -sin miedo- que también tienen iniciativas que ayudarán a superar cualquier embate que afecte a los mercados.

    Gerente de vinculación de proyectos ICAMI, Centro de formación y perfeccionamiento directivo

    alejandro.moya@icami.mx

     

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