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@rodolfodiazf
El pueblo mexicano ha sufrido muchos sinsabores, sufrimientos y dolores en su historia, pero jamás ha permitido que decaiga su esperanza. Se permite vacilar, recuperar el aliento, reemprender la marcha; pero nunca claudicar, abandonar y desistir.
Los sismos derribaron edificios y causaron destrucción y muerte; sin embargo, también levantaron un incontable ejército de voluntarios que remueven ruinas y escombros, sembrando e injertando vida y esperanza en un mejor mañana.
El Papa Francisco, en la audiencia general de ayer, envió un mensaje de aliento a los mexicanos e insistió en la necesidad de educar en la esperanza. “No cedas al desánimo. Recuerda que el enemigo que tienes que derrotar está dentro de ti… Nunca pienses que has luchado en vano, que al final de la vida nos espera el naufragio… No te quedes paralizado, levántate, camina, confía, Sueña. Sé constructor de paz y no de odio o división. Ama a tu prójimo, respeta el camino de cada uno, sé compasivo y justo. Sueña con un mundo nuevo”.
Paulo Freire, en su Pedagogía de la esperanza, señaló que esta virtud es connatural y pertenece a nuestra misma esencia. “La esperanza es una necesidad ontológica; la desesperanza es esperanza que, perdiendo su dirección, se convierte en distorsión de la necesidad ontológica… Como programa, la desesperanza nos inmoviliza y nos hace sucumbir al fatalismo en que no es posible reunir las fuerzas indispensables para el embate recreador del mundo.
“Sin un mínimo de esperanza no podemos ni siquiera comenzar el embate, pero sin el embate, la esperanza como necesidad ontológica, se desordena, se tuerce y se convierte en desesperanza que a veces se alarga en trágica desesperación. De ahí que sea necesario educar la esperanza”.
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