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"Corazón de Mujer"

"El bato Javier Valdez"

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    Javier Valdez. El bato. El Morro. El compa. El atrevido. El sociólogo que estudió en la UAS. El músico del grupo Culpegualt, a quien conocí a finales de los 80 o principios de los 90. El candidato de partido de izquierda. El de las noticias de Canal 3. El reportero rebelde de Noroeste. El fundador del semanario Río Doce. El autor de Malayerba, su columna, “la cereza del pastel”, le decía yo. El de los libros sobre las reinas y los plebes del narco. El que salía en la tele con Carmen Aristegui o Susana Zavaleta. El que presentaba libros en la FIL y en todo el país. El que recibía reconocimientos en Nueva York. El que desayunaba entre semana en el Bistro y se tomaba el café con los compas los sábados en Los Portales. El que tenía una esposa cómplice: Griselda, su gran compañera. El papá orgulloso y feliz. El cliente distinguido de la cantina El Guayabo al que iba con “Gris” y en cuanto cumplieron 18 años, con sus hijos. El que siempre estaba en las marchas, sobretodo si era por el gremio. El que decía “no al silencio” o “no se va a matar la verdad, matando periodistas”. 

    Nadie podía creerlo, menos quienes lo saludaron esa mañana o a quien él llamó para decirle “feliz cumpleaños”, ni sus lectores que este lunes leyeron su última Malayerba y la rolaron, como pedía él en sus redes sociales, cada semana. Todos preguntábamos si la noticia era fidedigna, esperando que nos dijeran que era una broma de mal gusto, pero era real. Le habían quitado la vida a balazos antes de llegar a su oficina. En plena calle, a pleno mediodía. El día en que celebramos a los maestros.

    Y es que México se ha convertido en uno de los países más peligrosos, para quienes practican ese periodismo que no se calla lo que no debe de callarse. Y se ha convertido en un país peligroso para todos, lo que duele doblemente, pues parece que nadie se salva.

    A mi mente viene su sonrisa, su barba de candado y su sombrero; su saludo afectuoso y sus decires, tan de él. Un gran impacto su asesinato. Luto en el periodismo mexicano y del mundo. Al escribir estas líneas aún duele el golpe que socava la mente y el corazón. Dolor que se convierte en coraje e impotencia. 

    Nos deja un gran vacío, pero también, una gran enseñanza: escritor y periodista valiente, íntegro, comprometido, preparado, contador de temas crudos, de historias dolorosas y reales, de gente que no tiene voz; una especie de periodismo humanista que nos dejaba pensando después de leerlo. Autor de escritura impecable, me encantaban sus frases cortas, que me recordaban a Jesús Blancornelas. Nos queda exigir justicia, y decirle: “Malayerba, nunca morirás”. Griselda, va un abrazo multitudinario para ti y tus hijos, de todas las personas que conocimos a Javier.

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