@rodolfodiazf
Es proverbial que cuando una persona llega retrasada a una cita se le diga: “se te durmió el gallo”, porque esta ave se distingue por su puntualidad y vigilancia para anunciar el amanecer.
Entre los griegos y romanos, además de esta labor de centinela, se utilizaba al gallo en otras prácticas, como la adivinación y hechicería. Alectomancia se llamó a esta adivinación (de alektor: gallo, y mantis: adivino), que se realizaba examinando una piedra en el hígado de gallos viejos.
También se destinaban gallos como don u ofrenda a los dioses. En el diálogo Fedón se narra que el agonizante Sócrates pidió a un discípulo cumplir con una deuda al dios de la medicina: “Critón, le debemos un gallo a Asclepios. Así que págaselo y no lo descuides”.
Según la mitología griega, Júpiter ordenó el matrimonio de Venus con el dios más feo, Hefestos, o Vulcano. La hermosa Venus le fue infiel con Marte, el dios de la Guerra, quien pidió a su asistente Alectrión que vigilara para que nadie los descubriera. Empero, una noche Alectrión se durmió y el Sol, o Apolo, exhibió a los amantes. En venganza por no permanecer alerta, Marte convirtió a Alectrión en gallo.
El gallo jugó un papel esencial en el relato evangélico en que Jesús le anunció a Pedro que lo negaría tres veces antes de que se escuchara el canto del ave (una vez, según Mateo, Lucas y Juan; dos veces, de acuerdo con Marcos).
Inspirada en este pasaje, El canto del gallo es una película española de 1955 que cuenta cómo un joven sacerdote niega serlo ante la persecución de que es objeto en un país comunista, hasta que finalmente se arrepiente y proclama su fe.
¿Soy puntual y vigilante? ¿Se me duerme el gallo?
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