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"OPINIÓN"

"El Director de la COEPRISS afirma que oler popó no afecta la salud"

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    Es un día cualquiera en la bella ciudad de Culiacán. Te encuentras caminando por la Catedral (o estático en tu automóvil, tratando de sobrevivir el embotellamiento perpetuo de la avenida Álvaro Obregón), esperando ser deleitado con el aroma proveniente de las Amapas. Pero otra fragancia que resulta familiar se apodera de tu nariz, un olor que haría vomitar hasta a un zopilote. Después de asimilar el hedor, te das cuenta de que el olor a popó es solamente una de tantas notas que conforman la sinfonía de olores desagradables de nuestra ciudad.

     

    El recién nombrado Director de la Comisión Estatal para la Protección de Riesgos Sanitarios del Estado (COEPRISS), Alán Urbina Vidales, dijo en una entrevista del 16 de Febrero lo siguiente: "El problema es que se presenta un olor por las tardes que es una molestia sanitaria; sin embargo, ninguna persona se enferma por esto, pero sí es un problema que causa molestia y hay que encontrar cuál es el origen de éste para corregirlo".

     

    ¿Qué rollo con este señor? ¿Acaso cree que echando "fabuloso" por todo Culiacán se resuelve el problema?

     

    Si aplicamos la Navaja de Ockham ("en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable") a esta situación, resulta sencillo inferir cuál es la fuente de este desagradable olor.

     

    Los olores están compuestos por distintas moléculas llamadas "odorantes". Cuando el aire alcanza tu nariz, los odorantes llegan al epitelio olfatorio, estimulan distintos receptores olfatorios, y posteriormente el cerebro interpreta esta información. El olor que percibimos depende de la combinación de receptores olfatorios estimulados (por sus odorantes respectivos).

     

    Ergo, si huele a popó, probablemente es popó. Para ser más exacto, eso que olemos a popó en las calles de Culiacán es una combinación de odorantes que nuestro cerebro interpreta como olor a heces fecales. Los responsables de este mal olor son distintas moléculas tales como trimetilamina, metilfosfina, putrescina, cadaverina, indol, escatol, amoniaco, metano, ácido sulfihídrico, dióxido de carbono, etc.

     

    Todas, absolutamente todas estas moléculas son producto del desecho producido por la industria ganadera y agrícola, junto con el desecho producido por los habitantes de Culiacán.

     

    La exposición aguda a estas moléculas puede ocasionar problemas respiratorios y cardiovasculares. Por otro lado, la exposición crónica puede ocasionar asma, bronquitis, enfisema, y cáncer. Asimismo, en niños puede ocasionar un retraso en el desarrollo y diabetes mellitus tipo 2 (De acuerdo con datos de la OMS).

     

    Esta contaminación está a punto de convertirse en la principal causa de muerte prematura en el mundo (3 millones de personas anualmente), aún más que las muertes producidas por el VIH y la malaria juntos.

     

    El problema radica en que la mayoría de estas enfermedades no son detectables hasta que existe una exposición acumulativa y prolongada a estos compuestos.

     

    No recuerdo cuándo fue la última vez que Culiacán olió bien. Esto resulta un problema, ya que el sentido del olfato filtra olores constantes. Eventualmente, muchos de nosotros nos acostumbraremos al olor. En el caso de algunos de los odorantes previamente mencionados, esto puede resultar fatal, ya que son tóxicos y la habilidad de poder detectarlos es fundamental.

     

    Por ésta y otras razones, la COEPRISS afirma que no existe un riesgo para la salud.

     

    El problema ocasionado por esta peste será el "pedo" de otra administración.

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