@rodolfodiazf
Muchas personas establecen distinciones drásticas entre orar y rezar. Sin entrar en discusiones bizantinas, haremos alusión al cambio que el Papa Francisco desea hacer a la oración del Padre Nuestro en italiano y francés.
En español se dice: “no nos dejes caer en la tentación”; empero, en italiano la traducción es diferente: “no nos induzcas en la tentación”, con lo que parece afirmarse que Dios es quien induce en la tentación.
Es conveniente utilizar la palabra adecuada, pero lo esencial consiste en recuperar el espíritu de la oración, porque “la letra mata, pero el espíritu es el que da vida” (2 Cor 3,6).
Un cuento de León Tolstoi, titulado Los tres ermitaños, narra que un arzobispo viajaba en un barco cuando se enteró de que en una isla cercana vivían tres santos ermitaños. Entonces, le pidió al capitán del navío que le permitiera visitar la isla.
Al encontrar a los tres ermitaños les preguntó que cómo oraban. Le respondieron: “He aquí nuestra plegaria: “Tú eres tres, nosotros somos tres…, concédenos tu gracia”. El arzobispo dijo que les iba a enseñar a orar bien y les recitó el Padre Nuestro, el cual aprendieron con mucha dificultad.
Satisfecho de su acción, el arzobispo regresó al buque y prosiguieron el viaje. De pronto, observaron una gran luminosidad que se acercaba. Al aproximarse, descubrieron que los tres ermitaños los perseguían corriendo sobre las olas.
Cuando arribaron al navío, con reverente humildad, los ermitaños le dijeron al arzobispo: “Servidor de Dios, ya no sabemos lo que nos has hecho aprender”. El arzobispo, haciendo la señal de la cruz, respondió: “¡La plegaria de ustedes llegará de todos modos hasta el Señor, santos ermitaños! No soy yo quien debe enseñarles”.
¿Descubro el espíritu de la oración? ¿Repito solamente fórmulas vacías?
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