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"OPINIÓN"

"El milagro mexicano"

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20/04/2017

    Carlos Elizondo Mayer-Serra

    Todos los días hay decenas de noticias sobre la violencia y la corrupción en México. Macabras fosas comunes, sangrientos enfrentamientos armados entre grupos delictivos, empresas fantasma dedicadas a saquear el erario estatal bajo la dirección de su gobernador… 

    Las noticias que llegan a la luz pública son la punta del iceberg. Hay zonas del País donde no se reporta el crimen. Éste tiene silenciado a la prensa ante la mirada cómplice o impotente del Gobierno local. De una buena parte de la corrupción gubernamental nunca nos enteramos. Sólo de los excesos mayúsculos o de casos donde autoridades extranjeras actúan y gracias a ellas nos informamos, aunque  frecuentemente ni con ello nuestras autoridades hacen algo al respecto. 

    Con todo, el País sigue funcionando. El crecimiento económico, aunque mediocre, es constante; México se consolidó el año pasado como el décimo tercer exportador mundial; sigue aumentando el número de turistas extranjeros que llegan a nuestro país; hay un boom inmobiliario en varias ciudades mexicanas… Es un milagro. 

    Éste habla de la resistencia y creatividad de los mexicanos. Millones de ellos llegan todos los días a su lugar de trabajo a pesar de que para quienes tienen menos recursos esto puede implicar que el transporte público se accidente o que los asalten. Miles de empresas se las ingenian para seguir proveyendo servicios, produciendo o hasta exportando bienes de forma competitiva a pesar del crimen que las azota. Hay también islotes de eficiencia administrativa, en entidades como el Banco de México, o en estados como Querétaro. Hay una presencia territorial de las policías en ciertas zonas, como en los barrios más acomodados de la Ciudad de México, lo cual permite vivir bajo la ilusión de que las cosas no están mal.

    Sin los actuales niveles de inseguridad y corrupción el país estaría creciendo más. Tendríamos más y mejor infraestructura y servicios públicos, y una población con mayores niveles de vida. Estaríamos acercándonos al nivel de desarrollo de Estados Unidos. 

    Hace medio siglo vivíamos otro milagro. El del crecimiento acelerado con baja inflación y tipo de cambio fijo que inició con la devaluación de 1954.  Era un milagro porque el crecimiento alcanzaba niveles por arriba de lo esperable, dada nuestra historia y bajas capacidades institucionales. En aquel milagro, por ejemplo, no se construyó un Ministerio Público que funcionara, la lógica política de ese sistema necesitaba de la discrecionalidad en el castigo como forma de control y permitía la corrupción para dejar a los perdedores políticos con dinero en el bolsillo. 

    El milagro reventó con la crisis económica de 1982 y tardamos más de seis años en estabilizar la economía y las finanzas públicas. Nunca recuperamos los altos niveles de crecimiento de antes, porque el nuevo modelo de economía abierta requiere de instituciones capaces de enfrentar la inseguridad y la corrupción.

    Nuestro mediocre milagro actual puede igualmente reventar. Ya sea porque llegue un gobernante con nostalgia del pasado que crea que todo se resuelve cerrando la economía, o porque el crimen y la corrupción vuelvan inviable la economía mexicana.

    El Gobierno no parece dimensionar el tamaño del problema. No hay una nueva estrategia contra el crimen, sino meras declaraciones. Como el responsable de la seguridad en México, el Secretario de Gobernación, es el priista mejor posicionado en intención de voto presidencial para el 2018, aunque  su partido haya caído a un tercer lugar en las encuestas, parece haber concluido que no hay que moverle mucho.

    La situación es grave y se continúa deteriorando. La administración de Peña Nieto recibió un país con altos niveles de violencia, pero con una tendencia a la baja. Desde mediados del 2015 empezó a crecer nuevamente la violencia. El Gobierno pensó que era temporal. En el 2017 llegamos a niveles históricamente altos de asesinatos. El problema no es solamente el crimen vinculado al narcotráfico. El crimen organizado opera en muchos otros negocios, desde la extorsión hasta el robo de combustibles. La cuestión es la falta de instituciones sólidas y autónomas del poder político.

    Para tratar de enfrentar la corrupción por lo menos está el nuevo Sistema Nacional Anticorrupción, (SNA). Su correcta implementación requiere de mucha voluntad política. Haber encontrado a Javier Duarte tras sus seis años de latrocinio en el estado de Veracruz está lejos de ser suficiente. No lo sería incluso si lo acompañaran a la cárcel todos sus familiares y amigos, empezando por su esposa, que disfrutaron y conspiraron con él desde que era gobernador hasta que lo atraparon. Se requiere un fiscal anticorrupción honesto, valiente, y un claro apoyo del Gobierno en la implementación del SNA, para mostrar que los años de la impunidad se han terminado. No parece estemos en esa ruta.

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