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"Opinión"

"El Tianguis y la presidencia imperial"

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    Esta bien. No habría las inversiones públicas sin el aval del Presidente de la República y sin la voluntad, más la buena gestión del Gobernador, que podría llevarnos a concluir que entre ambos han transformado la imagen turística de Mazatlán, y están sentadas las bases, para que el puerto se sacuda en esta materia la endogamia que caracterizó el destino durante décadas.

    Más, cuando, esa nueva imagen lucha contra la otra, la de una Sinaloa que sigue estando entre los estados con mayor índice de homicidios dolosos y feminicidios per cápita, la región que tiene como residente al más poderoso cártel de drogas y, por si fuera poco, cuando el Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica en la víspera de la inauguración anunció que tiene al paisano Rafael Caro Quintero entre “los más buscados” por su justicia ofreciendo la mayor recompensa que haya pagado hasta ahora por localizar a un prófugo de su justicia: 30 millones de dólares.

    Como sabemos el fin de semana pasado Mazatlán recibió al Presidente de la República, a Secretarios de Estado, gobernadores, agentes turísticos de 55 países y representantes de las principales compañías de tour operadores, cruceros y líneas aéreas, periodistas, hoteleros de aquí y acullá, invitados especiales y eso, ameritaba sin duda un cuidado adecuado en materia de seguridad durante los días en que se celebraría la 46 edición del Tianguis Turístico no se podría admitir que un descuido pudiera provocar situaciones lamentables.

    Donde no cuadra todo este despliegue de fuerzas de seguridad es que, si se buscaba vender a Mazatlán como destino seguro, las medidas de seguridad parecían abonar en sentido contrario, nunca se había visto tanto militar y policía involucrado en el cuidado del puerto. Y es el que mensaje era claro, si hacemos todo esto es porque Mazatlán no es un lugar seguro.

    Y es que mire estimado lector, los días previos a la inauguración del Tianguis llegaron cientos, quizá miles de agentes de todas las corporaciones del Sistema Nacional de Seguridad, alterando visiblemente la atmósfera de la ciudad y rompiendo con la cotidianidad del puerto.

    Los convoyes de carros militares, volantas policiales, vans negras y blancas, transitaban a toda velocidad por las principales avenidas y calles de la ciudad, mientras los accesos al Centro Histórico, se restringían a varias cuadras del Teatro Ángela Peralta donde se celebraría la ceremonia de inauguración y del Paseo de Olas Altas en donde se llevaría a cabo una cena espectacular con Carnaval y fuegos artificiales y donde a los dueños de los restaurantes se les ordenó que no abrieran sus establecimientos desde la mañana del domingo y a los huéspedes de los hoteles de la zona prácticamente se les confinó a sus habitaciones.

    Nadie que no fuera invitado o miembro de algún cuerpo del sistema nacional de seguridad, podía transitar por el Paseo de Olas Altas, lo que se transformó en un virtual Estado de Sitio. Ello, por supuesto, no pasó inadvertido para la prensa internacional, la que preocupa especialmente a los gobernantes, ni tampoco a los agentes de viajes y eso podría tener un efecto negativo sobre los destinos de México y particularmente el de la Perla del Pacífico.

    Cualquier manual de política turística, indica que las personas que deciden viajar con fines de placer buscan un entorno amable que le permita desplegar sus expectativas de descanso y recreación y justamente el despliegue que ocasionó la llegada del Presidente Peña Nieto y los invitados ante magno evento, camina en sentido contrario del objetivo, que debe ser vender un destino como seguro y mejor si tiene buena imagen urbanística y de servicios.

    Claro, no es definitivo, que estas medidas se transformen en una bola de nieve depende de quienes comercializan el producto turístico y de lo que ocurra después en el destino, que dicho de paso Mazatlán vive una paz de crímenes de alto impacto, y eso también lo ven quienes ofertan y compran servicios turísticos.

    Al margen de lo que suceda después, creo que no pasará de un recuerdo agridulce, resulta inevitable preguntarse porque donde se para Peña Nieto, sea en Cancún o Tijuana, hay este despliegue de fuerzas de seguridad para protegerlo como si alguien estuviera al acecho que no dudo puede haber un desquiciado pero, un Presidente debe cuidar su imagen de sinergia con los gobernados, nunca perder distancia con los ciudadanos y mucho menos trasmitir la idea de que limita sus derechos civiles, como sucedió el pasado fin de semana cuando muchos, muchísimos, mazatlecos y visitantes se dieron cuenta de lo que representa ser Presidente en nuestro país, tener esa autoridad todavía imperial, que se apropia del lugar por donde pasa, y acaba momentáneamente con la tranquilidad de los lugares donde vivimos el resto de mexicanos. 

    Eso no puede, ni debe ser, sea para un destino turístico o cualquier otro. Ciertamente es nuestra singular forma de hacer sentir el poder, de que el Presidente puede hacer y deshacer, y lo peor que las autoridades anfitrionas lo vean como normal e incluso ayuden para que esta práctica sea exitosa, y sea más eficaz, con su aura de temor, ausencia, falta de sinergia. 

    Peña Nieto está viviendo los últimos meses de su singular presidencia imperial y va dejando una estela de la zozobra que hoy se vive en su entorno. Sus bajos niveles de aprobación que escasamente alcanzan el 30 por ciento seguramente le bajan las pilas, y le llevan a ver fantasmas donde no los hay, y quizá por eso en sus desplazamientos por el interior del territorio viene con la mayor protección buscando en ese cuerpo de seguridad lo que no parecen darle sus logros estructurales y el reconocimiento de su desempeño en estos cinco años y cuatro meses.

    En definitiva, el Tianguis Turístico fue, es y será siempre una buena noticia, los negocios que se lograron concertar en estos días dejan enseñanzas, pero también sobre la innecesaria cultura imperial que pensábamos se había ido con la primera derrota del PRI. No, se encuentra entre nosotros, en estos actos invasivos e intimidatorios, cuando un tianguis debiera ser solo un homenaje al esfuerzo y la labor de todos los que intervienen para hacer del turismo una actividad generosa de ejercicio del poder, de generación de empleos y distribución de la riqueza generada.

    Y todos se lo agradeceríamos, ni duda cabe.

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