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"LA NUEVA NAO"

"El uso de los hombres"

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LA NUEVA NAO
25/03/2017

    Las enciclopedias chinas más antiguas datan de los siglos 3 y 2 a.C. y, de forma similar a los tratados de otras culturas, empezaban con una explicación de las cosas del mundo natural; pero a diferencia de otras enciclopedias, más de la mitad de sus contenidos se centraban luego en las ciencias de la sociedad: la política y la buena administración de un imperio. Las agudas observaciones acerca de la naturaleza humana nunca se hacen obsoletas y pueden tomar nuevos sentidos con cada siglo que pasa. En uno de estos tratados, el Huainanzi (que mis lectores más asiduos ya conocerán) se dice: “En la sociedad de los hombres hay tres grandes peligros: el primero es cuando un soberano confía demasiado en un hombre sin virtud; el segundo es cuando un hombre sin talento asciende a una alta posición; y el tercero es cuando un hombre sin capacidad acepta grandes salarios a cambio de su trabajo, que no tiene valor”.
    En los Anales de Lu Buwei, de la misma época, podemos leer esta historia: en los tiempos de Yu, había alrededor de diez mil ciudades; para la era de Tang tan sólo había tres mil. En todos los casos, aquellos que desaparecieron o fueron conquistados por otros, se debió a que sus soberanos no supieron manejar a su gente: sus sistemas de incentivos y castigos eran inadecuados. Cuando Wu conquistó a Shang, entendió cómo seguir usando a su gente. Al administrar un reino, hay siempre una esencia que debe entenderse: una sociedad tiene muchas líneas delgadas y unas cuantas líneas gruesas, tal como una red de pescar. Si se jala con cuidado las líneas delgadas, la red sube; si se jalan las líneas gruesas, la red se tensa. Estas líneas equivalen a los deseos y las aversiones de una sociedad.
    ¿Qué desea la gente? Honores y beneficios. ¿Cuáles son las cosas que odia? El daño y la desgracia. Cuando los beneficios y los daños pueden traducirse a cosas concretas y se reparten con justicia, se puede usar a la gente. ¿Qué tanto te seguirá la gente cuando confía en tu justicia? Cuando el rey Goujian de Qin sufrió un ataque y su palacio fue envuelto por las llamas, la gente se precipitaba una sobre otra para ser el primero en ayudar a apagar el incendio, desafiando las brasas ardientes que caían de los techos. Más de mil personas murieron en esa ocasión, y Goujian sólo pudo detenerlos ordenando la retirada.
    La espada no cambia en la mano de un hombre diestro o de uno inexperto. Lo mismo pasa con la gente; el soberano diestro puede usarla, y el inexperto no.
    El autor es académico ExaTec y asesor de negocios internacionales radicado en China

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