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"Opinión"

"En las barbas francesas"

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    frheroles@prodigy.net.mx

     

     

    Ni la libertad, ni la igualdad, ni la fraternidad tienen fronteras. En los orígenes de la nación francesa está la universalidad. Eso es lo que estará en juego el 7 de mayo. La nación francesa votará por Europa y, en algún sentido, por el futuro del mundo. Excelentes dos semanas de ponderación profunda. El futuro pasa el 7 de mayo francés.

     

     

    La Unión Europea es uno de los actos civilizatorios más importantes de Occidente y de la humanidad. La idea de borrar fronteras, aprovechar ventajas comparativas en las economías, generar una moneda única y, sobre todo, crear códigos de gobierno y comportamiento comunes, es notable. Tendríamos que remitirnos -y creo no exagerar- al Imperio Romano, a la República Veneciana, al Renacimiento, a la Constitución de los Estados Unidos y, por supuesto, a la Revolución Francesa para encontrar grandes referentes. La hermandad de derechos y obligaciones por arriba de los abigarrados caprichos nacionalistas, es un acto que doblega la barbarie. En esas estábamos cuando aparecieron los “neo-nacionalistas”.

     

     

    Y de pronto una de las naciones con más raíces democráticas del orbe, el Reino Unido, decide dejar la UE. Pero ellos nunca estuvieron del todo adentro. Después llegó Mr. Trump, el restaurador de la grandeza pasada, el mesiánico e iluminado que hoy gobierna los Estados Unidos, disparando muros e impuestos y balas de ánimo aislacionista y bombas reales. A Francia le llegó su momento, en la nación de la universalidad -hoy amenazada por el terrorismo- el discurso antieuropeo, antioccidental, xenófobo es ya segunda fuerza. Adiós a la UE, adiós a la alianza trasatlántica, adiós al pacto centroeuropeo y bienvenidos los coqueteos con el dictador Putin. Qué diría Jean Monnet, ese gran francés quien, a pesar de los resentimientos de la postguerra (1951), encaminó el proceso comercial y político de la UE. El comercio como agente pacificador entre la Alemania invasora y una de sus principales víctimas, Francia.

     

     

    De allí al Tratado de Roma, a la Comunidad Económica Europea y finalmente la UE. La amenaza de Le Pen apunta al corazón de esa estrategia civilizatoria. Alemania, Italia y España y demás aliados perderían un cimiento de la Unión. Todo eso está en juego en las dos semanas que, por fortuna, la ley electoral… francesa prevé para una recapacitación individual y colectiva. Y, de nuevo, como con el Brexit o con Trump, la Francia campesina y con todo rigor, la menos educada, como afirma Jaques Attali, piensa que hoy vive peor que hace tres décadas.

     

     

    Por supuesto los datos de la balanza comercial agroalimentaria de Francia y la conquista que sus productos han logrado en la Unión, son realidades despreciadas. No es casual que la Francia vinculada a las actividades exportadoras sea la más optimista sobre la continuidad de la Unión. Otra vez perdida de racionalidad e imperio de las emociones nostálgicas despertadas por Trump y Le Pen. Todo era mejor antes, por lo tanto, aislémonos, pujemos por la restauración, persigamos a los bandidos que nos atracaron, sean los musulmanes para el caso francés, así en lo general y sin tomar en cuenta todas las aportaciones del norte de África a la economía francesa, o los mexicanos para Estados Unidos. En esas estamos y digo estamos porque las próximas dos semanas son decisivas para el mundo.

     

     

    Los equilibrios mundiales cambian. Estados Unidos, China y Rusia son las tres potencias que directamente apergollan a Europa. La falsa democracia rusa, la mascarada autoritaria china y la visceralidad “trumpiana” no deben galopar solas. Por eso Europa cobra hoy estratégica como un contrapeso universal imprescindible para los valores de Occidente. Se partió de una premisa falsa: los Estados Unidos jugarían ese papel internacional. Pero de su ausencia en los primeros años de la Segunda Guerra a las irresponsables declaraciones de Mr. Trump sobre la OTAN, o su desprecio por la UE, registran muchos hechos que desnudan la falsedad del paradigma: Estados Unidos va y viene. Allí están las biografías de Churchill dejado a su suerte. Marine Le Pen cosechó a la Francia del rencor y la víscera. La primera vuelta son los deseos, es la frase atribuida a Francois Miterrand, la segunda es la realidad.

     

     

    Fantásticos 15 días para la reflexión, invaluables para el destino del mundo. Sin segunda vuelta, la irracionalidad de Le Pen pudo haber ganado. Una lección para México que, por intereses miopes, se resiste a ir a una segunda vuelta para contener a demagogos y extremistas. Decenas de países tienen el mecanismo, con las variantes del caso, pero en México los cálculos partidarios inmediatistas nos gobiernan. Si Francia corrió el riesgo real de caer en los elixires del populismo, qué decir de México.

     

     

    Por eso, más allá de los intereses partidarios, bien por la segunda vuelta que, seguramente, llevará a Emmanuel Macron a presidir la Quinta República con valores democráticos.

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