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"OPINIÓN"

"Homenaje a la omnipresencia universitaria"

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    La sabiduría popular dice que siempre habrá personas que cuando van a un velorio quieren ser el muerto y cuando van a un onomástico inevitablemente el festejado. Es tal el protagonismo de este tipo de personajes omnipresentes que para ellos nadie les debe hacer competencia cualquiera que sea la circunstancia. Y es que sucedió la semana pasada en el acto académico de graduación de los bachilleres de la Preparatoria Rubén Jaramillo, donde apareció Héctor Melesio Cuén Ojeda,  dirigente del Partido Sinaloense, y ocupó el lugar central del presídium rodeado de funcionarios sonrientes, exultantes algunos de ellos, que seguramente con ello ratificaban lealtad, militancia y permanencia.

    El Sol de Mazatlán, escribió una crónica breve de lo que llamó homenaje al dirigente político y publicó una foto del presídium completo, donde el funcionario partidista y los universitarios estaban satisfechos mientras veían a la masa de jóvenes felices, sin embargo, algunos de estos muchachos con sus padres buscaban explicación de porque un político era homenajeado en un acto de fin de cursos preparatorianos. Cuén Ojeda dejó la UAS en 2008, o sea hace ya nueve años, y cada año vuelve para ratificar presencia, mensaje, memoria. 

    Me pregunto y seguramente más alguno de los asistentes lo hicieron: ¿Porque la suplantación cuando los graduados y sus profesores eran el motivo del festejo?  ¿Por qué las autoridades universitarias que deben privilegiar el carácter académico del acto lo llevan a uno de carácter político? ¿Dónde está el Rector y el Consejo Universitario para llamar a cuentas a sus funcionarios que no son capaces de evitar estas exhibidas públicas que no distinguen entre una institución académica y un partido político, entre un acto académico y uno político? ¿Acaso es línea del mismo Rector abrir puertas al dirigente del PAS para su promoción política en las preparatorias? ¿No siente que le hace sombra? O es tal, la hermandad, entre la rectoría y el PAS ¿que lo ven normal y no se dan cuenta del error que cometen en este tipo de actos públicos?

    No hay otra explicación plausible, que cada acto sea parte de una estrategia de “recordatorio” a quien se deben y que seguro la veremos repetirse en, al menos, las preparatorias más densamente pobladas del estado.

    Ahora bien, no sería motivo de comentario de no ser un dirigente político que en forma reiterada ha sido señalado, como quien tiene el control y hace uso de los recursos humanos y materiales de la institución rosalina.

    Sucede, además, cuando hace unos meses un medio de comunicación porteño lo señaló por movilizar bajo a presión a esos y otros  estudiantes preparatorianos  para recabar firmas e impulsar una “iniciativa ciudadana” para un cambio en el llamado horario de verano.

    En aquel entonces, recordemos, la Secretaria Académica de la zona sur lo justificó diciendo una barbaridad, que esa recolección de firmas era una “labor social” cuando evidentemente era un acto partidista, ajeno a las funciones sustantivas de la Universidad.

    Afortunadamente, esas firmas que se presentaron ante el Senado de la República para su evaluación, que está cámara de origen turnó al INE, para que fueran revisadas mediante cotejo no logró pasar la aduana de confirmación.

    Decenas de miles de firmas fueron rechazadas por ser notoriamente improcedentes. Así, la iniciativa no alcanzó el mínimo requerido para que fuera discutida y eventualmente aprobada o rechazada. En las revisiones realizadas por el equipo técnico del INE resultó que muchas de ellas no llevaban copia de la credencial de elector, no correspondían a las registradas o simplemente los suscritos no eran quien decían ser, lo que muestra la ineficiencia del trabajo político y la molestia existente en segmentos familiares y amistosos de universitarios.

    Entonces, estos actos político-académicos, que le asignan a las graduaciones preparatorianas,  son manifestaciones evidentemente partidarias y no corresponden a las funciones sustantivas de la Universidad.

    Por más que sus apologistas argumenten que a Cuén Ojeda en la UAS se le debe prácticamente “todo” esto no se sostiene, la UAS es lo que es por su comunidad, y lo mejor es que la gente lo sabe de manera que no se refleja como quisieran en las urnas y el apoyo a candidatos pasistas. Solo llegan a tener triunfos de mayoría cuando tienen candidatos desprendidos de otros partidos y los más son de representación proporcional.

    Sólo, en la UAS, el PAS logra toda la representación y las designaciones de cargos sindicales y directivos: Consejo Universitario, consejos técnicos, direcciones de escuelas y facultades, centros de investigación, a cambio a algunos de los más eficaces, los premian en metálico y reconocimientos al mérito que no corresponden con sus trayectorias académicas e investigación. 

    La institución rosalina debe salir de este esquema de patronazgo que la ha convertido en una Universidad-partido, una clientela que gravita entre el temor y los estímulos, una psicología rara, que tiene solo como referente el síndrome de Estocolmo, donde la víctima termina enamorada de quien la somete.

    Y esto que exista en una colectividad universitaria, que ahora ha mejorado al pasar del lugar 23 al 20 en la escala de medición de calidad y desempeño en las instituciones de educación pública, que no la tercera que adornan discursos, resulta paradójico pues no habla bien de su talante crítico y su rechazo al control personalista.

    Eso explica mucho de que la autoridad universitaria tolere que sus actos académicos que debieran ser una fiesta para los jóvenes universitarios, sus profesores y familias, de reflexiones de fondo sobre un futuro que se presenta incierto para los egresados, y difícil para los padres que llegan a tener a todos los hijos titulados pero sin empleo, o con malos salarios, sin expectativas de superar el hoyo social en que se encuentran pero, no da para eso, de lo que se trata es de festejar a quien tiene otra cancha que es la política.

    Por eso, solo por eso, resultan intolerables, estos actos de promoción política e indiferencia institucional, que exhiben las ambiciones personales y la pobreza de miras en este tipo de miembros de la mal llamada clase política. 

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