Una de mis formas favoritas de perder el tiempo es leer ridiculeces en Yahoo Respuestas. Desconozco si las preguntas “¿Es verdad que si me tiro semen en los ojos veo en la oscuridad?”, o “¿Cómo se llama la canción que va I TI TU TU TA TA?”, fueron hechas con genuino interés, o si las hicieron por molestar, pero casi podría garantizar que es imposible leerlas sin reír un poco.
En 2013 una chica escribió en Yahoo “¿Por qué me dicen güerita aún cuando tengo ojos oscuros, el cabello castaño y piel masomenos morena intermedia?”. Las respuestas que recibió fueron las siguientes:
1.”Xq eres bonita”
2. “Por aparentar ser rubia y linda”
3. “Porque eres linda y simpática”
4. “Será porque no tienes la típica cara indígena”
5. “Porque tal vez se te ocurrió la grandísima idea de pintarte el pelo de rubio y eres morena. Se están burlando de ti”
Algo que me parece muy interesante de la sociedad mexicana es el complejo de inferioridad que parece estar integrado a nuestras más profundas raíces. Asumo que todos sabemos del malinchismo; fenómeno social que azota a México una y otra vez; que no le permite levantar la frente con orgullo. Fenómeno que orilla al mexicano a despreciarse a sí mismo, a su cultura, a su físico. Que le hace sentirse menos ante personas de otras nacionalidades o que hablan otros idiomas. Que lo lleva a desear fervientemente no pertenecer al lugar al que pertenece.
Comentarios como “Qué tal si lo mío está en Europa y yo aquí sufriendo por estos indígenas”, que hizo la ex directora del Inmujer de Tijuana, Liliana Sevilla Rosas; frases como “mejorar la raza”, “está tan feo que parece indígena”, “tener el nopal en la frente”, o el felicitar a una mujer por no tener hijos “prietitos” son claros ejemplos del malinchismo del día a día.
Como crecí en Sinaloa pero ahora vivo en la Ciudad de México, me he percatado de la preferencia que muchos hombres sienten hacia mujeres del norte. Si le gustabas a un chico y le dices que eres sinaloense/chihuahuense/
Lo chistoso de México es que en su discurso oficial se la vive presumiendo de su diversidad cultural, pero termina olvidando o discriminando a ciertos grupos que considera no tan dignos de su orgullo (como los afromexicanos o los indígenas, y más si no hablan español).
El problema ha empeorado desde que se agudizó la globalización. Ya tiene varias décadas que vemos al estilo de vida americano como un paraíso, y lo vemos reflejado en las camisas que portamos, los productos que preferimos y en las frases motivacionales que escribimos en nuestras fotos (según nosotros, muy poéticas); todas siempre en inglés. Que porque suena mejor, dicen. Confieso que yo misma lo hago. Y cómo de paso, la mayoría de los mexicanos no somos ni indígenas “puros”, ni europeos “puros”, ni africanos “puros”, nuestra identidad nacional no está clara, ya que es una mezcla de antiguas tradiciones y una cultura extranjera que nos conquistó sin control y sin derecho.
La intención de este texto no es decirte que si eres rubio eres un clasista, racista, wannabe gringo. No hay absolutamente nada de malo en hablar inglés o cualquier otro idioma; al contrario, es algo maravilloso y que recomiendo muchísimo. No hay nada de malo en ser rubio. No hay nada de malo en tener antepasados de otras partes del mundo. Lo malo surge cuando te aprovechas de los privilegios que existen en México por ser güerito (porque los hay, no nos hagamos tontos), o si miras por debajo del hombro a los que no se ven, no viven o piensan como tú. Yahoo Respuestas dice que el vendedor ambulante o el taquero te llama güerita para halagarte, hacerte sentir guapa, sofisticada y que le quieras comprar. Pero este mismo sitio web también tiene una entrada en la que una chica que, según por su descripción física es muy parecida a mí, se queja de todas las desventajas de ser blanco en México. Argumenta que sí existen comunidades de puros blancos, es “por el rechazo y el maltrato que sufren sí intentan salir de la comunidad compuesta primordialmente por blancos”. Ah caray.
Por el momento he decidido que la próxima vez que vaya a los tacos le voy a dejar a mi mesero este artículo impreso a lado de su propina. A ver qué piensa.
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