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"Opinión"

"Impostores e imposturas"

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23/02/2018

    Joel Díaz Fonseca

    jdiaz@noroeste.com

     

    Hace poco más de cuatro años, en los funerales de Nelson Mandela -el martes 10 de diciembre de 2013-, a los que asistieron un gran número de dignatarios y líderes mundiales, apareció en cámaras un hombre haciendo aparentemente la interpretación para sordomudos. Resultó un impostor.

     

    La Real Academia de la Lengua define la impostura como un “fingimiento o engaño con apariencia de verdad”, algo que hemos venido viendo en la política mexicana desde hace muchos años, y que ahora se nos presenta con mayor crudeza.

     

    Todos los partidos se han vuelto recolectores de desechos de otros partidos, a los que reciclan y presentan con cualidades y virtudes que no tienen.

     

    Quienes aceptan jugar ese rol son realmente impostores, de cuya impostura se valen los partidos que los postulan para tratar de ganar adeptos en su círculo de influencia.

     

    El “chapulineo” es una suma de muchas imposturas. Ese salto tras salto de gobernantes, legisladores y funcionarios buscando otras posiciones sin haber terminado sus encargos, o aceptando cargos sin tener la experiencia y los conocimientos para ello, es una de muchas imposturas en nuestro sistema político.

     

    Y qué decir del salto de militantes de un partido a otro porque los mandaron por un tubo a la hora de designar candidatos. Es igualmente una impostura, más peligrosa quizás, porque en aras de lograr posiciones políticas se acepta el abanderamiento de partidos con postulados distintos y hasta contrarios. Se dejan de lado los principios.

     

    Mucho se ha criticado, por ejemplo, la alianza del PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano, cuyos principios ideológicos no pueden ser más diferentes y contrastantes. Pero en aras de alcanzar posiciones han pergeñado una plataforma común y se han repartido a conveniencia las candidaturas en todo el territorio nacional.

     

    No menos sorprendente es lo que ocurre con el Movimiento de Regeneración Nacional, el partido creado, dirigido y acotado por Andrés Manuel López Obrador, que en aras también de obtener el triunfo en los próximos comicios, no ha dudado en hacer postulaciones que “sacan de onda”.

     

    La más reciente, y más sorprendente, ha sido la designación como candidato plurinominal al Senado de uno de los líderes sindicales mexicanos más señalados de golpismo y corrupción: Napoleón Gómez Urrutia.

     

    Su designación por el propio López Obrador, aduciendo que ha sido injustamente perseguido por el Gobierno y las mafias del poder económico, ocurre justo al cumplirse 12 años de la tragedia en la mina Pasta de Conchos, donde fallecieron 65 mineros que, de acuerdo con las investigaciones, fueron obligados a trabajar en condiciones totalmente inseguras.

     

    Proceso es uno de los medios de comunicación que más ha apoyado a López Obrador y a Morena, por eso es de importancia resaltar lo que, en aquellos días posteriores a la tragedia de Pasta de Conchos, publicó en referencia al sindicato de mineros y de su dirigente nacional.

     

    Empresa, sindicato y el Gobierno federal maniobraron para que pudieran continuar los trabajos en la Mina 8, que todos sabían que era una bomba a punto de estallar.

     

    “Un mes antes de que la mina se colapsara”, publicó Proceso, “Industrial Minera México convino en pagarle al sindicato minero esa ‘conciliación’ por aceptar que una empresa contratista ingresara al filón con el pretexto de realizar trabajos de mantenimiento y que en realidad eran de extracción carbonera. Llevaban 12 años haciéndolo”.

     

    “Esto pone en evidencia el supuesto nuevo sindicalismo de Gómez Urrutia. Una vez más queda en evidencia ese sindicato corrupto”, reseñó la revista, citando a Rodrigo Olvera, integrante del movimiento Familia de Pasta de Conchos.

     

    Hoy soplan otros vientos.

     

    En el PRI y el Verde Ecologista sobran igualmente las imposturas. La inmensa mayoría de los candidatos postulados a los diferentes cargos, empezando por el propio “Señor Mid”, son reciclados, con un pasado de escándalos y corruptelas que horroriza.

     

    Y nos los presentan como las mejores cartas del nuevo PRI, que inició curiosamente con aquellos gobernadores puestos como ejemplo de rectitud y honradez por el todavía candidato Peña Nieto (Javier Duarte, César Duarte, Roberto Borge y Fernando Ortega).

     

    Puras imposturas, “fingimientos o engaños con apariencia de verdad” como las define la Real Academia.

     

    Como el falso traductor aquel que se coló a los funerales de Mandela, nadie entiende y nadie cree en los políticos y los partidos. ¡Cómo creerles a los mismos que nos han engañado y lastimado tantas veces!

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