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"Ágora"

"Jaime Labastida"

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    @RonaldoGonVa

     

     

    Jaime Labastida es sinaloense, de Los Mochis para más señas. Poeta, filósofo, editor, periodista, promotor cultural y hombre de conciencia: “Estoy con los luchadores y no con los evasivos”, nos dijo alguna vez a Melchor Inzunza y a quien esto escribe en una entrevista publicada hace 27 años. Como tantos estudiantes de filosofía, empecé a conocer su obra con la lectura de su ya legendario texto “Producción, ciencia y sociedad: de Descartes a Marx”. He disfrutado dos o tres largas conversaciones con él, tengo la fortuna de conocerlo, he sido más un frustrado discípulo que un buen interlocutor suyo, y me congratulo por el Doctorado Honoris Causa que la UNAM le acaba de entregar el pasado 9 de noviembre. Me congratulo por el sinaloense, por el filósofo, por el poeta, por el hombre solidario y generoso.

     

     

    Hace algunos años tuve el privilegio de comentar junto con él su libro “El edificio de la razón”, un recorrido por la historia de las ideas y una reflexión crítica sobre la conformación del sujeto científico: una crítica de la razón desde la razón, porque Jaime es un racionalista crítico, conocedor de los cánones del racionalismo pero objetador de los excesos del puro (y no pocas veces interesado y pernicioso) racionalismo. Acaso su sentido de la objeción provenga de su temple poético. Su andadura, por lo tanto, no ha avanzado en línea recta: estudioso de Marx en su tiempo, jamás descuido la filosofía clásica ni la moderna, de Parménides y Platón a Kant y Hegel. Antes de la caída del muro de Berlín y del crepúsculo de aquella ensoñación llamada revolución cubana, se había ya convertido en un crítico serio y puntual del socialismo real y existente.

     

     

    ¿Qué onda con Los Mochis? Nunca lo he hecho, siempre me he quedado con las ganas de hacerle esa pregunta a Jaime: ¿qué onda con tu abuelo Zacarías Ochoa, con esas temporadas de zafra, con ese democrático hollín del ingenio, con ese olor a caña quemada? Desde el Colegio de Sinaloa y la editorial Siglo XXI, ha alumbrado la publicación de no pocas obras de historia de su solar norteño, una de ellas la recuperación de los escritos de aquel ser luminoso, desmesurado, terriblemente audaz e ingenuo que fue Albert K. Owen. Y a propósito, quizá ese apellido marque de algún modo la tensión de su espíritu entre el Owen del sur de Sinaloa, el poeta, Gilberto, el de “y al fondo el amarillo amargo mar de Mazatlán/por el que soplan ráfagas de nombres”, y el del norte, el ingeniero, el de The Credit Foncier Company de la colonia cooperativa de Topolobampo, Albert Kimsey.

     

     

    Yo me congratulo por Jaime Labastida, por sus amigos que lo queremos y le estaremos siempre agradecidos por la gracia de su vida, por la luz de su obra, por la plenitud de su poesía:

     

     

    ¿Quién habla con razón, oh, dioses? El mundo, ¿está

    bien hecho? ¿Vivimos, y morimos también, faltaba 

    más, en el mejor de los mundos posibles?

    ¿Nada hay qué hacer? ¿Debe el universo mantener

    el sentido de sus leyes? ¿Podremos alterarlas?

     

     

    Fue con este poema que me reconcilié con la razón, con la ciencia, con el sujeto que inquiere. Y lo hice, gracias a Jaime, con la poesía. Larga vida, Labastida, yo seguiré espigando tu motín. Larga vida, poeta.

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