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"Opinión"

"Javier Valdez Cárdenas, cronista del infierno mexicano"

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19/05/2017

    Arturo Santamaría Gómez

    santamar24@hotmail.com

     

    Ser periodista en Sinaloa, la cuna del narco mexicano, por décadas ha sido un desafío, pero serlo ahora, en los tiempos de la desintegración del Estado mexicano, lo convierte en una profesión de osados. Uno de estos era Javier Valdez.

     

    Javier, sociólogo arrebatado por el periodismo, cumplía sobradamente con el perfil más fiel del sinaloense: franco, valiente, gritón, cálido, muy decidido y trabajador incansable. Prácticamente creó un género columnístico con “Malayerba”. Cada ocho días a lo largo de 14 años escribió historias del narco sinaloense basadas en pláticas, mensajes y llamadas telefónicas de mucha gente. Él las recreaba literariamente sin identificar a nadie en particular. Con ellas uno puede entender la cotidianeidad del narco, cómo se reproduce y se extiende. Cuáles son muchos de sus códigos. 

     

    Probablemente nadie en México ni el mundo pudo describir con tantos detalles y matices la dinámica social del narco. Javier tuvo críticos y detractores por su tema, más en Sinaloa que en otras partes, pero no pocos vieron en él un maestro de la crónica. Quizá para sorpresa de otros, el periodista peruano Gustavo Corriti, nos refiere Blanche Petrich, legendaria reportera de La Jornada, dijo sobre él: “Javier es a la crónica lo que Chejov al cuento”.

     

    Su enorme vigor y compromiso con el periodismo lo llevó a escribir grandes reportajes convertidos en libros sobre el crimen organizado, que lo convirtieron en una referencia sobre el tema en México y otros países del globo. Por lo mismo, a él en particular y al colectivo de Ríodoce, su semanario, los honraron con dos premios de gran prestigio internacional: el Press Freedom Award, en 2011, y el Pen Club, en 2013, por la excelencia editorial.

    Esos reportajes se convirtieron en  éxitos editoriales: Malayerba, Miss Narco, Los Morros del Narco, Levantones, Con la granada en la boca, Huérfanos del Narco y el más reciente, Narcoperiodismo. A raíz de este último, confesó, en una entrevista que le hizo El Debate en octubre de 2016, que lo habían amenazado muchas veces y que se sentía desprotegido. Reproduzco algunas de sus respuestas

    Yo he vivido la inseguridad, varias situaciones difíciles. Por ejemplo, fuentes mías han sido asesinadas, también en Ríodoce nos aventaron una granada en 2009, así como otras situaciones que no puedo mencionar con detalles porque es peligroso, pues si yo digo que el narco o un policía me amenazó, cualquiera puede aprovechar para hacerme daño”, mencionó el escritor y periodista Javier Valdez, cuando acaba de publicar su libro Narcoperiodismo, con el sello editorial Aguilar, en el que aborda el narcotráfico y su relación con el ejercicio del periodismo.

     

    Estamos pisando suelo muy inseguro, pantanoso, de arenas movedizas, de muchos hilos, porque igual te tienes que cuidar del compañero de la redacción, porque las redacciones están infiltradas por el narco, igual del pistolero del capo que controla la ciudad o del jefe policiaco que no respeta la ley o está al servicio del narcotráfico y del servidor público que es hijo del narco, que está formado en este ambiente, en esta cultura del abuso, la impunidad, la corrupción, que juegue ese juego perverso, macabro, ilegal”.

     

    Tenemos en Sinaloa muchos años con los medios infiltrados. Yo recuerdo una nota de hace como unos cinco años, de un reportero local que escribió sobre un jefe policiaco corrupto. Al otro día que se publicó no salió firmada, pero al siguiente día, cuando el reportero salió a la calle, el jefe policiaco lo abordó y le dijo que él sabía que él la había escrito. ¿Quién le avisó? Pues alguien de la redacción, y por fortuna ese jefe policiaco no le pudo hacer nada, luego fue asesinado. Sin embargo, ahora ya no es un medio o un reportero que trabaja para los narcos y quiere repartir dinero o amenazas en la redacción, sino que dicta la línea editorial, o sea, el narco se metió a las redacciones, el narco manda, el narco dice si te van a publicar, si se va a publicar foto o no, si es portada o no”.

     

    Nunca antes habíamos tenido una crisis de seguridad tal en el periodismo y ahora como nunca hay pocas condiciones para hacer nuestro trabajo, es como si hubiéramos descendido 50 escalones hacia el infierno”.

     

    Para concluir, le pregunta el reportero de El Debate, ¿estamos en mano de los delincuentes?

     

    Sí, no hay ningún operativo que sirva para enfrentar todo esto si no hay gobierno, no hay ley, no hay aplicación de esta. Seguimos en medio del campo, del páramo, como si tuviéramos signos de tiro al blanco, nosotros los ciudadanos en medio de esta guerra estúpida que provoca tantos muertos. ¿Por qué está el narco en las calles?, ¿por qué actúa? Porque tiene poder, porque ellos mandan, porque la autoridad está coludida. Eso es lo que en el fondo debe preocuparnos a todos. Ahora murieron cinco militares, hirieron a un paramédico, hirieron a 10 soldados; bueno, ¿y a nosotros quién nos va a cuidar?”.

     

    Quizá ningún asesinato de un periodista sinaloense haya provocado tanto terror y desamparo en el estado, y reacciones de estupor e indignación en el País y muchas partes del planeta como el de Javier. Por sus libros, columnas y reportajes era, quizá, el más conocido de los periodistas sinaloenses en el país y el mundo y aun con ese aparente escudo lo eliminaron.

     

    Encuestas e investigaciones académicas y gubernamentales revelan que la mayoría de los sinaloenses vive con miedo, pero sobre todo en Culiacán, la capital. Ahí el narco tiene una larga historia, casi 100 años de ir creciendo día a día, hasta convertirla en el epicentro mundial de esa actividad, según Roberto Saviano, el periodista italiano más enterado del tema en el planeta. En ese escenario trabajaba Javier Valdez y lo hacen cotidianamente los periodistas de Ríodoce y de todos los medios sinaloenses.

     

     

    El crimen organizado no tan sólo elimina periodistas sino que se apodera cada vez más del poder en México. No parece tener límites, pero Javier era un convencido de que había que luchar por ponérselos. Él, con la pluma, lo hacía con gran talento y valor.

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