"La clave está en la conversación"

Conversar acerca de un problema o situación incómoda que experimentamos es el primer pequeño gran paso a la solución efectiva y afectiva. El gran reto en la actualidad es pretender formar a las futuras generaciones sin propiciar la conversación, el diálogo, la charla, etc.

La conversación y el diálogo representan una analogía de los cimientos para construir un edificio fuerte y sólido, una casa que propicie un hogar para toda la vida.

Si damos vuelo a la imaginación y a los recuerdos aparecen inmediatamente conversaciones que:

- Se transformaron en monólogos poco inspiradores.

- Su similitud muy cercana al juico final, como si fuera un festival de acusaciones poco optimistas.

- Representan una Torre de Babel, donde cada participante habla un idioma diferente y la típica frase, “No puedo hablar con ellos”, “No me escuchan”, “No me entienden”.

- Se saturan de gritos y ofensas.

El reto de ser padres y comunicarse correctamente crece a la misma velocidad que las redes sociales inundan nuestros hogares y el día a día de la vida de un niño, creciendo intensamente en la adolescencia. Pero crece más, la profunda necesidad de dar el primer paso en las conversaciones que requerimos establecer en modo extra urgente.

Ese primer paso de acuerdo la mayoría de investigadores es crear espacios propicios y los tiempos correctos para la búsqueda de diálogos íntimos y afectivos. De acuerdo a declaraciones de los mismos jóvenes, estos espacios son bloqueados por el común: “Ahora no, que estoy ocupado” o “Después me lo cuentas, que tengo trabajo”. Puedes inferir el tamaño de reto cuando los dos miembros claves de la familia salen a trabajar buscando brindar una mejor vida a sus hijos, pero descuidando su presencia en el proceso formativo. Esto es en caso que la familia siga unida, si están separados, agreguemos las situaciones incomodas descalificando en facto a la figura del padre o la madre.

Es básico mostrar a nuestros hijos que cuentan siempre con sus padres, que nos pueden poner tristes sus comportamientos, pero nuestro amor es más grande. Es el punto de partida para la siguiente recomendación: generar confianza. En el dominio de la confianza existe el elemento clave.

En una conversación con jóvenes, que genere confianza para abrir nuestra mente y corazón a cualquier tema, es necesario aceptar las “nuevas formas” que ellos tienen para comunicarse. Un ejemplo típico es que el adolescente se acerca y nos hace una confesión “un poco subida de tono” y nuestra primera reacción es de escándalo, de no aceptación, de juicios a sus comportamientos y a sus amigos, ¿sabes cuándo volverá a confiar nosotros? Claro que buscará a quien lo escuche.

El requisito de toda comunicación es la confianza. Si la primera vez que un hijo nos hace una confidencia “un poco fuerte”, nos echamos las manos a la cabeza, armamos un escándalo o lo castigamos severamente, probablemente sea la última vez que se sincera con nosotros. 

La confianza es una virtud recíproca, quien la otorga la recibe a su vez. No es una virtud que se adquiere, sino que se da: la condición de todo diálogo. Si no confiamos en nuestros hijos, si no les damos confianza, aunque nos resulte difícil e, incluso, nos parezca arriesgado, nos quedaremos sin saber lo que les pasa. 

La serenidad la tenemos que poner los adultos; los hijos tendrán probablemente salidas de tono, levantarán la voz o discutirán apasionadamente. Pretender una conversación afable con un hijo o una hija adolescente es no entender sus formas. Y aunque uno lo dude ellos buscan “unos padres con los que se puede hablar”.

Te invito al Congreso de Valores en su edición 18, donde queremos cambiar la conversación y a visitar mi página Oscar Garcia Coach.