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"Opinión"

"La corrupción de segundo y tercer nivel"

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04/12/2016

    Cuauhtémoc Celaya Corella

    Los reflectores sobre la corrupción, raras veces pegan en los niveles de gobierno más bajos. Los escándalos se dan en el Ejecutivo federal y en las gubernaturas. Hoy, por su elevado abuso en corrupción de la más vulgar ejecución, se conocen los espantosos desvíos de dinero que han hecho gobernadores y ex gobernadores, en donde uno está preso, otros tienen órdenes de aprehensión,  el resto anda amparado, y de los que vayan dejando de serlo, seguro serán blanco de los sistemas de justicia. Se apropian de recursos ajenos a sus ingresos legales por su cargo, construyendo patrimonios que compran bienes raíces en México y en el extranjero. Robar pareciera ser, que es la tarea obligada. El caso Moreira en Coahuila, el denominado ‘Góber precioso’ en Puebla, un panista yucateco y el priista de Nuevo León, son Inge, ejemplos que debiesen haber sido castigados con el rigor legal.
     
    Lo verdaderamente catastrófico y desilusionante para la sociedad, son los desvíos que se generan en las alcaldías y empresas descentralizadas o desincorporadas que manejan presupuestos y que no entregan un verdadero informe transparente y creíble de sus gestiones. Ellos, en sus informes, informan lo que quieren, y son estos actos de informes, una especie de honor al elevado ego que les da ese trozo de poder temporal que ejercen para su provecho.
     
    Es la vereda que los lleva al desprestigio, pero que en su cinismo, para lo que les importa, pues sus partidos los reciclan para otros cargos, regresando con sus mentiras de campaña y vuelven a ser electos para seguir con su nivel de corrupción, y con más poder y más corrupción. A este camino, lo bautizan como carrera política. Es decir, ser corrupto es característica de la carrera que desarrollan  hombres y mujeres que se autonombran políticos, y alcanza su cenit cuando la fortuna los lleva a puestos de primer nivel, como pueden ser, magistraturas o responsabilidades ejecutivas de índole estatal o nacional. Para esta carrera, que dicen se vuelve profesión, no demandan estudios, y aunque llegan con grados universitarios, pero se entrenan caminando por el cieno del cinismo y la ausencia de moral.
     
    Estos actores de la comedia política, que la convierten en tragedia al final de sus mandatos, presentan informes que se maquillan fácilmente y se aprueban en cabildos y congresos que fueron beneficiados con la prebenda, el favor o la canonjía, y no hay más análisis o discusión. Se aprueba y ya. Con ello se coloca un gajo más a la corrupción que se instala como sistema y se abusa en toda la línea burocrática, la que finaliza con el causante o ciudadano que termina pagando lo que no debe. De la misma entraña del poder crearon la frase: Quien no transa, no avanza.
     
    Esto denota que los órganos encargados de las auditorías, regulaciones, vigilancia y demás, que se crean con el propósito de garantizar la transparencia del uso y aplicación de los recursos públicos, terminan siendo copados por la propia corrupción y se convierten en cómplices que también debieran pagar las consecuencias, porque fallan a la expectativa que la ley les confiere para ejercer esa función.
     
    Y es que mientras el poder será absoluto, no existan contrapesos, y el ejercicio pleno los convierte en propietarios sexenal o trianual del espacio geográfico que gobiernan, es su voluntad y no la ley, la que rige. O más bien, su voluntad es la ley, y vidas, prestigios y honras dependen de lo que esa voluntad sancione, sabiendo que siempre habrá cortesanos que los apoyen.
     
    Con esa situación hecha costumbre y aplicada consecutivamente, independientemente de partidos e ideologías de donde provengan esos ejecutivos, la ciudadanía queda indefensa, y la ley sólo operará para quien pueda contratarla y pagarla para su beneficio.
     
    Nombres de políticos, ciudades esquilmadas en sus patrimonios, decisiones ajenas al interés social, han sido tantas que, es imposible sumar, pero podría hacerse un ejercicio, al menos cada estado, en un período determinado, y sumar los desvíos municipales, por ejemplo, que se conocen en el secreto a voces ciudadano, y la cantidad sumaría millones que fueron a parar a las bolsas de los grupos de gobierno y burocracia de bajo perfil.
     
    Por eso en México, cada entidad federada está quebrada financieramente, pero con gobernadores y ex, millonarios, y cada municipio está técnicamente quebrado, pero con presidentes y funcionarios, algunos inmensamente ricos, o con un nivel económico desahogado que les permite continuar ejerciendo “su carrera política”, engañando a un ingenuo electorado que dice estar hasta la madre de corrupción, pero sigue votando por los corruptos. ¿Exagero Inge?
     
    Entonces, ¿Quién vigila los sótanos del poder en donde se genera la gran corrupción que hunde a ciudades, estados y municipios? El Gobierno federal es la punta del iceberg de ese cáncer que pareciera no disminuirá nunca en la vida social política del País. 
     
    Dice el poema: “...por eso ríes demasiado, será porque sabes que la risa, es la envoltura de un dolor callado...”
     

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