@rodolfodiazf
Muchas personas asocian la palabra diligencia con el lejano oeste. Esos coches tirados por caballos recibieron su nombre por la prontitud y eficacia con que prestaban el servicio.
El vocablo latino dilligere significa cuidado, puntualidad, prontitud. De hecho, diligencia es la virtud que vence al vicio de la pereza.
También equivale a honrar, apreciar o amar a alguien (de ahí se derivan las palabras dilecto y predilecto). De igual forma, se utiliza para referirse a la ejecución de trámites administrativos o judiciales.
A quien más se exige diligencia es a la autoridad; sin embargo, salvo raras excepciones, no contamos con preclaros ejemplos. Dos anécdotas de hace 40 años son ilustrativas.
En un informe de servicio social de la Facultad de Ciencias del Mar de la UAS, que presentó Jorge Enrique Rodríguez López, se recuerda al Alcalde de Elota, Ernesto Silva Verdugo (1975-1977), a quien solicitaron apoyo para instalar el campo tortuguero en playa Ceuta.
“Cuando en 1977 acudieron a él para solicitar ayuda, en concreto se ocupaban láminas y fajillas para la construcción de un tejabán, les dijo que el problema se solucionaba muy rápido y les dijo, síganme. Se brincó un cerco y se puso a cortar varas. Juntó varios palos y se los ofreció. Esa era la forma en el que el Ayuntamiento de Elota colaboraba con ellos”.
En la edición del Sol de Sinaloa, del 12 de julio de 1977, se escribió: “El Presidente Municipal de Elota, Ernesto Silva Verdugo, mandó cerrar la Escuela Preparatoria de La Cruz, que depende de la Universidad Autónoma de Sinaloa, y detuvo a varios estudiantes.
“El Alcalde dijo: -Me dijeron los muchachos que el que los alborota es un tal Carlos Marx. Ya la policía se encarga de buscarlo para detenerlo”.
¿Actúo con diligencia o negligencia?
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