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"ÁMBITO"

"La expectativa"

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    magco7@hotmail.com

     

    Se va formando la expectativa electoral con miras a la transición presidencial del 2018, hasta ahora con base en la propuesta binaria que personifican Andrés Manuel López Obrador, por el Morena, actual puntero en las encuestas, y José Antonio Meade Kuribreña, por el PRI, destapado a la antigüita por el Presidente Enrique Peña Nieto, y son ellos en quienes, avante la campaña, podría girar la lucha por el poder nacional para el próximo sexenio.

     

    De acuerdo con las auscultaciones de las firmas encuestadoras el tabasqueño capta actualmente el mayor índice de la preferencia preelectoral, y ya en los meses más próximos se verá si mantiene esa posición por encima de los propios y acostumbrados exabruptos que lo hacen vulnerable ante la andanada descalificadora por parte de los contendientes y de la misma opinión pública.

     

    Con la decisión del PRD en el sentido de impulsar a Miguel Ángel Mancera, jefe del Gobierno capitalino, como el candidato del Frente Ciudadano por México, quedaba por definir el método a seguir para la selección en la que se daba por segura la participación de Ricardo Anaya por parte del PAN. Mancera marcha ahora en segundo lugar, según las encuestas; sin embargo, el PRI, que se coloca en tercer lugar, derramará sin duda todos sus inmensos recursos para impulsar a Meade y eso, en principio, podría convertirlo en el principal competidor contra López Obrador.

     

    Por los independientes, Margarita Zavala, cuarta posición en las encuestas, enfrenta por ahora el reto, “cuasi candado”, que representa el voluminoso requisito de las firmas de apoyo a recolectar. En torno a  esa opción electoral femenina hay quienes consideran que la esposa del ex Presidente Felipe Calderón representaría un profundo cambio, pues partiría desde una transformación de género en el Gobierno de la República. Desde luego que esa superficial perspectiva no resulta convincente para el caso.

     

    La próxima campaña electoral configura diversos retos que los candidatos deberán de superar para convencer al electorado. Por ejemplo, López Obrador tendrá que controlar su discurso, pues la propuesta de amnistiar a los delincuentes narcos, en evidente contraposición contra la Ley de Seguridad Interior, está generando un caudal reprobatorio en perjuicio del candidato de Morena.  

    Por cuanto a José Antonio Meade el caso es diferente, pues consistiría en romper los auto candados dialécticos que le impone la condición de ser el candidato del Presidente, al cual debe lealtad y gratitud. Pero para contrarrestar el embate negativo del desprestigio que actualmente estigmatiza al PRI-Gobierno, el abanderado electoral, que no ha sido militante priista, deberá convencer de que su propuesta está exenta de cualquier influencia de continuidad. Ese ingente reto reclama de un cambio radical en el discurso que hasta ahora ha sido laudatorio para Peña Nieto, por tanto, desfavorable para el postulante. 

    Un cambio de discurso que rompió candados fue el que Luis Donaldo Colosio Murrieta pronunció el 4 de marzo de 1994, cuando giró sobre el leitmotiv del “Veo un México con hambre y sed de justicia”. Se dice que con ese histórico mensaje el candidato del PRI a la Presidencia de la República trazó su destino: el 23 de ese mismo marzo, es decir, 20 días después fue asesinado en Tijuana. Esta mención es una recordación temática sin intención vinculatoria de antecedente, pues los de ahora son otros tiempos, como otro es el candidato.

     

    En el caso de que cubra el requisito de las firmas, la candidata independiente Margarita Zavala podría acceder al voto de un sector tal vez importante del electorado, pero para convencer tendría que deslindar su estrategia proselitista sobre cualquier influencia de un heredado calderonismo, y dejar constancia convincente de que existe esa delimitación. Su actitud de rechazo a la libertad de preferencia sexual podría restarle el respaldo de algunos ámbitos, pero su manifiesta atingencia religiosa puede abrirle acceso a la solidaridad entre algunos núcleos familiares correligionarios católicos, que en México son mayoritarios. Por ahora, ante la inminencia del proceso electoral la única posibilidad es mantenerse a la expectativa.

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