"La violencia que no calla"

Prefieren guardar silencio. Prefieren cuidar cada una de sus palabras. Prefieren no decir nada, aunque hablen. Prefieren resaltar que son otras las cosas que importan. Pero ahí está, ahí sigue, recordando que no han podido.

Es la violencia, la que no se calla, la que a diario cobra vidas, la que roba tranquilidad, la que pide cuentas, la que no perdona, la que no detienen.

Es la que se ha asentado en Sinaloa y sobre la que no se ha hecho absolutamente nada significativo para frenarla. Porque los muertos siguen sumándose a las estadísticas y porque sigue ubicando a Sinaloa entre los estados donde más reina.

¿Que son varios factores los que intervienen en ella? Puede ser cierto, pero ¿a alguien que pierde, por ejemplo, a un niño de 13 años, asesinado, le interesa saber de esos factores?

¿Qué no solo es responsabilidad del Estado regresar la seguridad? Podrían tener razón, pero ¿cómo hacerles entender a los que no han visto volver con vida a sus hijos?

¿Qué las estrategias de seguridad se están aplicando y que se verán resultados? Quienes gobiernan en Sinaloa así lo quieren creer, pero ¿cómo explicárselos a quienes, en el domingo de Carnaval, a unos metros de donde estaban sentados, oyeron las balas y vieron caer a un muerto?

Las autoridades, federales o estatales, han tenido señales de que la violencia es un problema en el que urge una atención inmediata y sin embargo, no han querido actuar.

El asesinato de un niño de 13 años en Mazatlán no debe ser un asunto menor y debiera hacer reaccionar a quienes deben tomar acciones. Pero reaccionar parece que es un atributo que no han comprado.

Mientras la violencia siga tratándose, como hasta ahora, a la ligera, las autoridades no van a poder con el problema. Mientras prefieran malecones nuevos en lugar de familias en pobreza atendidas, alguien más estará sufriendo. Mientras la puesta sea por la imagen en lugar de las soluciones, alguien más estará muriendo.

Y eso, tarde o temprano, no es lo que le conviene a Sinaloa.