"Los Gandarilla, ayer y hoy Millán, el lazo que los une"

En menos de un mes Víctor Gandarilla Carrasco y Carlos Gandarilla García, padre e hijo, asumieron en Sinaloa la delegación de la Secretaría de Gobernación y la dirigencia del Partido Revolucionario Institucional, respectivamente, en designaciones que son raras porque se ignoran los propósitos que las motivan.

Uno sacado del sombrero del mago de la improvisación y otro rescatado del baúl de las traiciones políticas, son parte hoy de quién sabe qué.

Así, separados, la decisión tal vez sea inofensiva, pero al juntarlos constituyen la mixtura inaudita de tenebra e improvisación.

Es algo parecido a los experimentos ficticios donde de dos hombres se quieren extraer las características más peculiares para fusionarlos en una criatura extraordinaria e indomable. Una especie de Frankenstein sinaloense, con todo y riesgo de que el monstruo se le rebele a su creador.

Lo único en común entre los dos Gandarilla son las relaciones con el ex Gobernador Juan Millán, el último cacique político que sobrevive sexenio tras sexenio y cuyo poder le alcanzó para incrustar a su hijo Juan Ernesto Millán Pietsch en el gabinete de Quirino Ordaz Coppel. ¿Son Carlos y Víctor más prebendas concedidas al millanato?

Víctor Gandarilla regresa a Sinaloa luego del exilio y ruptura en el priismo, partido que dirigió durante el Gobierno de Renato Vega y que lo convirtió en figura relevante en el ámbito político nacional.

Fue dos veces diputado federal, una de ellas durante el Gobierno de Millán, y dos veces legislador local, hasta que en 2006 se sumó a la campaña de Andrés Manuel López Obrador, en aquel berrinche causado porque el PRI no lo postuló al Senado.

Carlos Gandarilla, cuyo cargo más relevante antes de asumir el liderazgo del PRI es haber sido secretario particular de Juan Millán Lizárraga, cuando este era gobernador de Sinaloa, y después reaparece en 2013 como presidente del Patronato de Cruz Roja en Culiacán, cobró protagonismo en la campaña de Quirino Ordaz Coppel, como presidente de la Fundación Colosio y de ahí salta al CDE del Revolucionario Institucional a pesar de que se le prospectaba a una Secretaría del Gabinete de QOC.

Es poco tiempo para evaluar el debut de Carlos Gandarilla en el PRI y la reivindicación de Víctor Gandarilla como delegado de Gobernación.

Al hijo se le pone ante la oportunidad de oro para catapultarse a una alcaldía o diputación local en la elección de 2018; al padre se le perdona aquel "pecado" cuando se refugió en los brazos de AMLO con el argumento de que era un acto de congruencia "no una renuncia a la ideología y principios" priistas.

Al final de cuentas los Gandarilla cobran relevancia en el Gobierno de Ordaz Coppel, sea cual sea el padrinazgo que los rescata y, causalmente, al mismo tiempo la función política los reúne.

Es el gobernador el que habrá de responder por ellos. Mientras tanto, a los priistas les causa extrañeza ser liderados por una persona que no reconocen como guía y lo más que desean es que sea una dirigencia efímera, que se irá pronto a la administración pública estatal.

Re-verso

Después de varios años,

Se reedita el acertijo,

¿Será distinto el hijo,

O repetirá los daños?

Futurismo en ciernes

Otra hipótesis señala que el regreso de Víctor Gandarilla a Sinaloa y la asunción de su hijo Carlos al PRI estatal es parte del proyecto político de Rosa Elena Millán Bueno, para postularse en 2018 a la alcaldía de Culiacán y en 2021 a la gubernatura. ¿Por qué? Porque con Gandarilla en la dirigencia priista ella inició su carrera política a mediados de la década de los noventa.

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