@rodolfodiazf
Hay personas a las que les gusta quedar siempre bien. Tratan de agradar con profusión y evitan proferir una palabra que hiera los sentimientos de su interlocutor o contertulio. Se guardan sus propios pensamientos con tal de no incurrir en discusiones o reconvenciones.
Es cierto que conviene ser prudentes y abstenerse de pronunciar una palabra que pueda ser mal entendida, o realizar acciones que corran el riesgo de ser mal interpretadas. Pero, una cosa es ser prudente y otra muy diferente aparentar lo que no se es con tal de conseguir el aprecio de los demás.
Los queda bien no son amigos leales ni sinceros. No les interesa regirse por el imperio de la verdad, sino de su conveniente comodidad, por lo que jamás intervienen en una confrontación. Actúan con ventaja y esperan ansiosos la primera oportunidad para acomodarse en un buen puesto.
Es necesario identificar y distinguir claramente a un queda bien, porque en el momento menos esperado pondrá su pie para que su supuesto amigo tropiece. No es aconsejable depositar en él benevolencia y confianza, pues en cualquier instante, como veleta, puede cambiar el rumbo de sus interesadas querencias y afectos.
Es preferible mantenerse alejado de una persona queda bien, ya que no es un individuo capaz de mantenerse constante en el desempeño de un deber o compromiso.
Cuenta un relato que el rey visigodo Teodorico el Grande, quien militó en las filas del arrianismo, tuvo un primer ministro que no compartía sus mismos principios; sin embargo, con tal de agradar al emperador, el servidor cambió su orientación religiosa.
Al enterarse de esta acción, Teodorico mandó ejecutarlo. Al cuestionarle su decisión, respondió: “Si ha sido capaz de traicionar a su Dios, no tardará en traicionarme a mí”.
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