|
"Opinión"

"‘Lucharaaaaaán a tres caídas, contra el Peje’"

""

    A Omar
     
    Habitualmente nunca hago esto, pero dado el escenario, me siento obligado a hacer una confesión: en los últimos siete años he visto por televisión alrededor de 10 funciones de artes marciales mixtas; algunas en la UFC, otras en Bellator y un par en ONE.
     
    Las artes marciales mixtas, rabiosamente violentas, resultan sorprendentes, e incluso, espectaculares, porque los contrincantes combinan simultáneamente técnicas de combate muy diversas: judo, karate, muay thai, box, kickboxing, jiu jitsu, lucha grecorromana, taekwondo, lucha libre e, incluso, callejera. Quien se atreve a subir a la jaula debe ser un atleta en mayúsculas, que esté dispuesto a jugarse la vida durante 15 minutos y 25 cuando la pelea es por el campeonato.
     
    Dadas las fatídicas consecuencias que puede traer consigo un mal golpe, las reglas de este deporte son claras e inapelables. Aunque de entrada pareciera un combate barbárico, el referee suspenderá la pelea si uno de los contrincantes escupe a su oponente, le pica los ojos, lo muerde, lo tira del cabello, le patea los genitales, le atenaza la tráquea, le pellizca la clavícula, lo jalonea de la ropa o le pisotea cuando cae al suelo. Ningún golpe es ficticio. Todos buscan hacer daño, pero dentro de esas reglas del juego.
     
    Y quizá en eso estriba una de las grandes diferencias entre el espectáculo de las artes marciales mixtas y el de la lucha libre mexicana, donde hay mucho show y poco de verdad. Aquí el espectador durante tres rounds (sin límite de tiempo) disfrutará de un espectáculo, casi circense, donde los luchadores divertirán a los espectadores con sus capacidades acrobáticas, histriónicas y, en el caso de “los rudos”, con un sinnúmero de triquiñuelas para derrotar a “los técnicos”, quienes sufrirán por las marrullerías y vilezas de los rudos, así como por las traiciones de los referees, quienes habitualmente están del lado de los malos. Quien va a la arena México o la Coliseo, sabe que los referees estarán a favor del bando rudo y harán lo indecible para hacer que ganen. 
     
    Traigo esta confesión y comparación a cuento, porque el debate entre los candidatos a la Presidencia de la República, si no se apega a unas reglas de juego asentadas en una lógica ética, resultará muy similar al espectáculo que ofrecen los luchadores de la AAA en la México o la Coliseo.
     
    Azucena Uresti, Sergio Sarmiento y Denise Maerker, aunque cumplan con el perfil establecido en el acuerdo 383 del Consejo General del Instituto Nacional Electoral, en repetidas ocasiones han dejado en claro su postura en contra de la persona y proyecto de Andrés Manuel López Obrador, de ahí que no resulta lejano que caigan en la tentación de moderar de la misma manera en que lo hacen los referees que apoyan al bando de los rudos. Me explico.
     
    Las dos horas del debate estarán segmentadas en tres bloques temáticos: 1) seguridad pública y violencia; 2) combate a la corrupción e impunidad; y, 3) democracia, pluralismo y grupos vulnerables. Cada uno de los bloques arrancará con una introducción de un minuto por parte del moderador/a, y a continuación se cederá la palabra al/la candidata para que en dos minutos y medio exponga su postura dando respuesta a las preguntas que plantee el/la moderadora. 
     
    Terminado este tiempo, el/la moderadora tendrá 30 segundos para hacer un cierre de la intervención y volver a iniciar el ciclo con el resto de contendientes.
     
    Me parece un acierto que el INE haya buscado darle más dinamismo al debate, introduciendo el recurso de la pregunta-respuesta, sin embargo, ahí es donde la manzana hechizada puede ponerse sobre la mano de alguno de los contendientes. Imagine la escena donde “El Bronco” busca las palabras adecuadas para contraargumentar ante una pregunta ponzoñosa de Denise Maerker, o al “Peje” tratando de responder en 30 segundos a una pregunta envenenada de Sergio Sarmiento. 
     
    Es verdad que el Acuerdo del Consejo General del INE, establece con toda claridad las condiciones bajo las cuales l@s moderador@s se dirigirán a la y los candidatos en el bloque que les corresponda, buscando en todo momento darles “un trato equitativo y respetuoso [ya que su] función no es exhibirlos o confrontarse con ellos, sino propiciar respuestas útiles para los ciudadanos [...] sin involucrar su propia opinión de los temas. Los moderadores no podrán hacer una evaluación de la participación de la y los candidatos en el cierre del debate”. Con todo, resulta muy difícil creer que la selección de los moderadores fue inocua, porque desde hace mucho tiempo l@s periodistas estrella de Milenio y Televisa traen entre ojos al Peje.
     
    La entrevista que Carlos Marín, acompañado de Azucena Uresti, Carlos Puig, Héctor Aguilar, Juan Pablo Becerra y Jesús Silva-Herzog, más que un sano afán periodístico, tenía como objetivo exponer a López Obrador, y lograr que bajara su popularidad en las encuestas. El tiro le salió por la culata, y el Peje ganó nuevas simpatías entre quienes lo vieron responder y contrarreplicar ante seis lobos hambrientos que no dejaron de gruñirle y mordisquearlo.
     
    Sería muy lamentable que hoy Sergio Sarmiento se dejara llevar por su contraposición ideológica hacia el Peje, y utilice las preguntas de moderación para dejar la mesa puesta a Anaya o Meade, porque Maerker y Uresti no perderán la oportunidad para continuar el trabajo que Carlos Marín no pudo hacer en su entrevista fallida. 
     
    Apelo a las posibilidades de las reglas del juego, así como a la fuerza de los principios éticos que vertebran el quehacer periodístico para que Sarmiento, Maerker y Uresti no caigan en la tentación de sumar fuerzas con los contrincantes del Peje, porque el Peje se basta a sí mismo; él es, y seguirá siendo, su principal contrincante. Sufrirá para poder respetar las reglas del juego y ello jugará en su contra.
     
    Coincido con mi buen amigo Salvador Leetoy, quien en su último artículo de “Crónica” dijo que este 22 de abril son muchas las probabilidades de que veamos “lo de siempre: muchas descalificaciones, algunas propuestas generales, y todos declarándose ganadores”.
     
    Si esto llegara a suceder, la única esperanza democrática que traerá consigo el debate es que much@s indecis@s tendrán menos dudas de quién es la persona por la cual no deben votar.
     
     

    @pabloayalae

    Periodismo ético, profesional y útil para ti.

    Suscríbete y ayudanos a seguir
    formando ciudadanos.


    Suscríbete
    Regístrate para leer nuestro artículo
    Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


    ¡Regístrate gratis!