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"Opinión"

"Marichuy y Napito"

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21/02/2018

    Carlos Elizondo Mayer-Serra

    @carloselizondom

    Profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey

     

     

    Marichuy, la activista indígena que buscaba ser candidata independiente a la Presidencia, juntó sólo 110 mil 420 firmas. El 12.7 por ciento de lo requerido. Contó con el apoyo de un amplio número de activistas, muchos de ellos estudiantes y profesores universitarios motivados. Cuando en enero era claro que iba rezagada, el escritor Juan Villoro encabezó una campaña muy simple denominada “Los 2,000 de Marichuy”. La idea era juntar 2 mil activistas, quienes se encargarían de convencer a 500 ciudadanos para lograr el registro de Marichuy. 

     

    Parece un número reducido para una sociedad tan enojada con los políticos de siempre. No lo lograron. Basaron su movimiento en voluntarios. Fueron superados por el ejército de promotores con paga que hicieron posible que “El Bronco”, Margarita Zavala y Armando Ríos Piter juntaran las firmas necesarias. Falta ver si lo hicieron apegados a la ley, pero las firmas recabadas fueron gracias al dinero que recibieron y a la organización que éste compra, es decir, crearon una suerte de pequeños partidos políticos.

    El domingo pasado López Obrador anunció la lista de Morena para el Senado. Son los plurinominales despreciados por muchos ciudadanos, ya que son electos en automático en función de los votos totales de cada partido o coalición. Ahí se cuela cualquiera. Quienes se encuentran en las primeras posiciones de la lista, para el caso de un partido como Morena los primeros 10, tienen buenas probabilidades de convertirse en senadores de la República. Dado que Morena es propiedad de López Obrador, la decisión de cómo integró la lista fue suya. No enfrentó los jaloneos y complicaciones del PAN, PRD y Movimiento Ciudadano.

     

    En la posición 6 de la lista de Morena, con lugar asegurado para ser Senador y tener fuero, se encuentra Napoleón Gómez Urrutia. Hijo del líder histórico del sindicato minero, gran cacique de la época hegemónica del PRI, quien le heredó el puesto, aunque el hijo nunca haya trabajado en una mina. Es como si la CTM fuera hoy liderada por el hijo de Fidel Velázquez. Napito se llevó 55 millones de dólares de un fideicomiso de los mineros y por eso se escapó del País. A pesar de ello, evitó la condena, lo cual en México muchas veces no significa que sea inocente. Ese dinero se lo quedó y junto con otros ingresos que provienen del sindicato del que es dueño ha vivido a todo lujo en Canadá.

     

    Para López Obrador, Napito, con todo su desprestigio, vale políticamente mucho más que Marichuy o algún otro ciudadano que defiende causas nobles, porque tiene recursos y controla una poderosa organización. Los muchos simpatizantes enojados por la inclusión de tan controversial personaje serán, como en el caso de quienes apoyaron a Marichuy, insuficientes frente a los beneficios políticos de tener a Napito de su lado. López Obrador cree más en Napito que en esos ciudadanos molestos no sólo con los políticos de siempre, sino con los más visiblemente corruptos como Napito.

    En un proceso electoral las lealtades van cegando a los seguidores. En las redes sociales he leído todo tipo de defensas sobre la decisión de su líder. La más común: que todos los partidos han invitado a impresentables a ser sus candidatos. Es cierto, hay impresentables en todos los partidos. Sin embargo, ¿no que López Obrador era distinto?

    No lo es. Napito es de hecho de lo peor que uno puedo encontrar. Como todos los partidos, Morena es una mezcla de intereses organizados bajo un proyecto ideológico estatista-cristiano que busca el voto del ciudadano común y corriente. Si López Obrador optó por poner en el lugar 6 de su lista de senadores plurinominales a Napito y no a un ciudadano ejemplar es porque en la operación de una elección importa más el dinero y la organización que el prestigio y la congruencia moral o ideológica.

     

    Las tres grandes coaliciones que buscan la Presidencia son una amalgama de intereses heterogéneos que tratarán de convencer a los ciudadanos de que representan un proyecto distinto al actual. Lejos de incluir a muchos ciudadanos no vinculados con la política, como uno esperaría, dado el desprestigio de los partidos y de los políticos en general, han optado por sumar a quien sea al precio que sea, salvo honrosas excepciones, para tener el apoyo de los grupos de interés bien organizados.

     

     

    Alguna de las tres coaliciones que buscan la Presidencia -hoy parece que la carrera se va a cerrar entre la encabezada por López Obrador y Ricardo Anaya- se va a salir con la suya a pesar de esto. El enojo contra el PRI parece ser suficiente gasolina para lograr los votos necesarios para ser competitivos. Pareciera, sin embargo, que ese enojado ciudadano en el fondo no quiere hacer un gran esfuerzo, como juntar suficientes firmas por Marichuy si no le pagan, o protestar de forma masiva contra la inclusión de personajes tan representativos de lo peor de la política mexicana, como es el caso de Napito

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