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"Opinión"

"No juegan para la gente"

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18/07/2017

    Joel Díaz Fonseca

    “Nosotros no jugamos para darle gusto a la gente, jugamos para darnos gusto a nosotros en lo personal, como grupo, y después viene como consecuencia la gente”.
     
    Esta expresión, una de las más egocéntricas que he escuchado, fue dicha por un jugador de la Selección Mexicana tras las rechiflas de los aficionados por el pobrísimo desempeño del equipo frente a Jamaica.
     
    Jesús Dueñas, mediocampista del Tri, demostró de esa manera el nulo respeto que le merece la afición, a la que se debe. Es el mismo jugador que en la víspera de la final del torneo Clausura 2017 se fue de juerga junto con varios de sus compañeros de los Tigres de la UANL, creyendo seguramente que aun estando crudos pasarían por encima de las Chivas del Guadalajara.
     
    Con esa acción él demostró, junto con sus coequiperos, que no le tiene ningún respeto a la afición.
     
    Guardadas las debidas distancias, es la misma actitud de los miembros de nuestra clase política, que, como el futbolista Dueñas, entran a la política o al servicio público para satisfacer sus propios intereses y los de sus grupos o camarillas.
     
    No hay ninguna diferencia y es la sociedad la que paga las consecuencias de esa falta de entrega y de profesionalismo.
     
    No terminamos de digerir una trastada de nuestros gobernantes o de la clase política, cuando ya tenemos enfrente otra de la misma magnitud o peor.
     
    Mario López Valdez, el mismo que renunció al PRI porque no lo postuló como su candidato para la Gubernatura en 2010 y que tras ganar esa contienda arropado por el PAN y otros partidos, anunció que sería el mejor Gobernador en la historia de Sinaloa, demostró con creces que, efectivamente, fue el mejor en mañas, en protagonismo y en ineficiencia y deshonestidad.
     
    No son meras ocurrencias las investigaciones abiertas en su contra por la Secretaría de Transparencia y Rendición de Cuentas por un presunto desfalco por 2 mil millones de pesos, ni las denuncias interpuestas por la Auditoría Superior del Estado contra 13 funcionarios del primer círculo de poder de López Valdez por presuntos actos constitutivos de delito.
     
    No. El propio crecimiento exponencial en la riqueza del ex Gobernador es una muestra de que todos los del “gobierno del cambio” se despacharon con la cuchara grande, dejaron las arcas vacías, como denunció tras su toma de posesión el actual inquilino de la oficina principal del Palacio de Gobierno.
     
    López Valdez, que en su toma de posesión afirmó con cara de iluminado que creía en la honestidad, la transparencia, la legalidad, la responsabilidad, la eficiencia, la disciplina y, sobre todo, en la generosidad hacia los más desamparados, ejerció el poder de manera diametralmente distinta, no hubo en su Gobierno nada de eso que prometió, sino todo lo contrario.
     
    Afortunadamente en estos tiempos la sociedad cuenta con herramientas que le ayudan a “espulgar” a los gobernantes. Cualquier ciudadano puede demandar, vía Infomex, la información que desee sobre el ejercicio del cargo de cualquier funcionario público.
     
    Es por esta vía que Noroeste obtuvo información sobre las declaraciones patrimoniales del ex Gobernador López Valdez, que revelan el desmesurado crecimiento de sus bienes y de su fortuna. Al iniciar su Gobierno declaró que contaba con un patrimonio de 21 millones 891 mil pesos. En su declaración de 2015 aparece ya con un patrimonio de 37 millones 978 mil pesos.
     
    En solo 5 años, porque no hizo declaración de bienes en 2016, su patrimonio se incrementó en más del 70 por ciento. ¿Cuánto tiempo requeriría un trabajador que percibe, digamos dos salarios mínimos, para ganar esos 16 millones de pesos que López Valdez se echó a la bolsa en esos 5 años?
     
    Si Pitágoras no me engaña ¡más de 500 años! Sin duda el autonombrado “gobierno del cambio” fue una muy buena moneda de cambio. Desde el Gobernador hasta el último de los miembros de su glorioso gabinete engordaron sin ningún rubor su billetera.
     
    Con muy rarísimas excepciones, quienes entran a la política o al servicio público lo hacen para satisfacer sus propios intereses y los de sus grupos o camarillas, no para servir a la sociedad.
     
    Parodiando lo dicho por el engreído seleccionado mexicano, seguramente en las paredes de la Presidencia de la República, de las cámaras, de los gobiernos de los estados y de los ayuntamientos retumba: “Nosotros no estamos en el cargo para darle gusto a la gente, llegamos para darnos gusto a nosotros en lo personal, como grupo, y después viene como consecuencia la gente”.
     
     

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