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"Opinión"

"Novedades en el PRI"

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    La XXII Asamblea Nacional del PRI transcurrió sin sobresaltos. Las crónicas no resaltan conflicto alguno y la apariencia fue de total armonía. De hecho, la única sorpresa fue la concordia: todo se aprobó por unanimidad. La operación de Enrique Ochoa fue impecable tanto en las mesas temáticas como en la clausura del evento final. No hubo visos de disidencias ni mucho menos de fracturas. Los casi 15 mil participantes se comportaron de acuerdo a la mejor tradición del PRI en su época de oro: disciplina absoluta. Tan bien amarradas venían las cosas que los cambios en los estatutos se mostraron como un mero trámite.
     
    Cuatro novedades destacan en las reglas internas votadas por unanimidad. Dos de ellas que podrían ser revertidas en caso de que algún militante se inconformara.
     
    La primera novedad -aunque ya estaba cantada- fue el retiro de los candados: cualquiera que asuma los principios y programa de acción del partido, que tenga una “hoja de buena conducta” y adquiera “compromisos contra conductas antiéticas” podrá aspirar a los cargos de elección popular incluido el de la candidatura presidencial. En resumen, ya no hace falta ser priista para abanderar a esta opción política. 
     
    La segunda novedad es la de las cuotas. El PRI asume un compromiso con las mujeres y los jóvenes prometiendo darles respectivamente el 50 y el 30 por ciento de las candidaturas. Nunca he sido partidaria de las cuotas pero es cierto que ayudan a emparejar el piso sobre todo cuando de género se trata. Lo de los jóvenes se explica por el alejamiento generalizado de este segmento de la población respecto de la política, pero también porque las cifras muestran el bajo nivel de votación juvenil para el PRI en las elecciones anteriores y la muy disminuida preferencia actual por este partido entre aquellos que tienen entre los 18 y los 29 años: 11 por ciento según Consulta Mitofsky de junio 2018. 
     
    La tercera novedad es la de los llamados “chapulines” y que en este caso se refiere a la práctica de saltar de un asiento por la vía plurinominal en una cámara a otro en la colegisladora. No sé por qué la manía mexicana de ver a los legisladores de mayoría relativa como unos vividores que no trabajan por y para su cargo. En todos los países con sistema de representación relativa o sea de puros plurinominales, la reelección es la norma. Si se quiere cambiar la regla lo mejor sería pasar a un sistema de listas en los que el votante elige no solo al partido sino al legislador con nombre y apellido. Además de absurda por poner a los pluris en una posición de “segunda”, esta resolución puede ser impugnada por violar los derechos políticos de quienes aspiren a la reelección.
     
    La cuarta y bienvenida novedad fue el énfasis en las propuestas para frenar la corrupción. Como siempre, hay que pagar por ver, pero la obligación de los candidatos de presentar su tres de tres (art. 19) es una buena noticia, aunque, como en la reforma anterior, los aspirantes podrían inconformarse y argumentar ante tribunales que, no siendo servidores públicos, no tendrían por qué hacer públicas sus declaraciones de conflicto de interés, fiscal y patrimonial.
     
    Finalmente, es de resaltar que fuera del ámbito estatutario, todo parece indicar que el PRI apoyará la iniciativa de reglamentar los gobiernos de coalición que hace tiempo viene cabildeando Manlio Fabio Beltrones. 
     
    Sin demeritar la buena operación política hay que decir que el triunfalismo mostrado en la plenaria de la Asamblea no tiene asidero en la realidad ni si se mira el contexto general ni si se analiza lo que falta por venir. El PRI sigue figurando como la tercera fuerza electoral y el partido más rechazado y esta realidad no es consistente con la declaración del “carro completo” para la Presidencia, las nueve gubernaturas y el Congreso en el 2018 que auguró Ochoa en su discurso. 
     
    La unidad mostrada el pasado sábado 12 de agosto seguramente dio un respiro al Presidente de la República y a la élite política del PRI, pero como en el resto de los partidos, falta la prueba de fuego: el método de selección de candidato a la Presidencia. De eso no hubo ni una palabra y de eso depende en buena medida la unidad partidaria. 
     
    La Asamblea abrió la posibilidad de que aspirantes sin militancia previa puedan acceder a la candidatura presidencial pero no hubo pistas ni de quién podría ser el abanderado del PRI en 2018 ni mucho menos de cómo se va a elegir. 
     
    Las opciones siguen siendo las mismas: Elección Directa (ya sea con miembros inscritos en el Registro Partidario o con miembros y simpatizantes) y Convención de Delegados (formada por consejeros políticos, delegados de los sectores y organizaciones y delegados electos en asambleas territoriales). El tercer método -Comisión para la Postulación de Candidatos- sólo opera para legisladores federales y locales.
     
    Así que, la disciplina partidaria sorteó su primer obstáculo, pero no el fundamental y el que a lo largo de la historia ha sido el principal motivo de discordia y disidencias. La diferencia es que hoy, a diferencia de antaño, no hay quién sea capaz de imponer la disciplina y forzar a los votantes a votar por el candidato seleccionado si no es de su agrado.

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