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"PUERTO VIEJO"

"Presumimos…"

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    A propósito del Día Internacional de los Bosques colgado en el almanaque de las efemérides decretadas por la ONU, y señalado para el día 21 del presente mes que corre como el agua, les comparto que en mi infancia y adolescencia tuve la fortuna de disfrutar la vida de rancho, y luego, en los inicios de mi madurez cronológica, viví una etapa de corredor de campo traviesa con un grupo de entrañables amigos. 
    Esta última experiencia fue única, y hasta ahora, irrepetible, y no tanto por falta de ganas, sino porque las rodillas ya no dan para el traqueteo que exigen las veredas y cañadas. Y lo otro, es que este tipo de paseos, ahora implican mayor peligro, ya que el disfrute nos fue robado por la delincuencia, la perseguida y la de uniforme.
    También me tocó vivir los tiempos en los que en Mazatlán destacaba el verdor sobre la selva de hormigón y varilla hoy dominante, situación que se ha convertido en una debilidad para el puerto, como ofertante dentro del mercado turístico.
    Hablar de los bosques es referirse a uno de los pilares que soportan la vida del hombre y demás seres vivos, y pese a ello, los tratamos con desprecio, igual o peor que el que nos prodiga el señor de la Casa Blanca; o tal vez tendría que decir, el que nos prodigan los señores de las casas blancas.
    Nuestras zonas boscosas son generadoras de oxígeno; también actúan como efectivas atrapa partículas de dióxido de carbono, que provocan un ambiente nada favorable para nuestra sobrevivencia.
    Los bosques también son un atajo a la erosión de la tierra y colaboran de manera importante en el llamado y la conservación del agua. Se acabaron aquellos tiempos, por lo menos en las ciudades, en los que la nublazón era seña segura de que caería agua. 
    Bajo un sistema de explotación responsable, los bosques también son un soporte para las diversas actividades económicas del hombre. Desde las primarias, como la agricultura en todas sus variantes, hasta las industrias extractivas y transformadoras, como la maderera y la de papel, entre otras.
    Pero no lo hacemos así, creemos que el recurso nunca se agotará y tumbamos árboles a lo bestia, sin ninguna acción de replantación, a manera de reparación del daño causado. Tontamente creemos que tal acción, es obligación de nuestra vilipendiada y cada día más agotada, madre natura.
    Pero no hay tal, ya que las especies no crecen ni se reproducen en función de nuestras necesidades. Realidad que no entienden ni la población involucrada ni las autoridades encargadas de los recursos naturales, que expiden permisos de explotación sin medida, bajo el falso argumento de atender los requerimientos de los sectores sociales, y por ese camino, han acabado con flora y fauna, tal y como sucedió con la pesca del camarón.
    Las estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, hablan de una pérdida anual mundial de más de 7 millones de hectáreas de bosques, y que ante tal panorama, es urgente establecer políticas públicas que ayuden a conservar el equilibrio entre las necesidades de la humanidad y la conservación de los paraísos verdes.
    A las primeras de cambio se puede pensar que el crecimiento desenfrenado de los asentamientos urbanos es el principal depredador de los bosques. Pero no hay tal, ya que según estudios de la FAO, la agricultura a gran escala y la de supervivencia, se han convertido en los principales enemigos de los árboles y no hay nadie que procure armonizar la necesaria actividad agrícola con el respeto a las áreas boscosas. 
    Otra actividad que resulta veneno puro para los bosques y el agua, y por consecuencia para todo el reino animal, es la actividad minera, omisa en el cumplimiento de la legislación existente para que se realice de manera responsable. Contamos con letra para tal fin, pero no hay una autoridad que la aplique de manera férrea para atenuar el daño que causan los que invaden las entrañas de la tierra y esparcen a lo loco sus contaminantes desechos.
    Ante el crecimiento poblacional y las necesidades de la misma, es urgente que los gobiernos de todos los niveles, tomen medidas drásticas para conservar las benéficas arboledas, y una de ellas, podría ser la expropiación de tierras comunales para convertirlas en zonas protegidas y reponer ellas, ejemplares de flora que corresponda a cada localidad. 
    Y en cuanto a los pueblos y ciudades, rescatar las áreas verdes, arborizándolas para reponer un poquito de lo que le hemos robado a la naturaleza. 
    Presumimos de ser los únicos seres vivos pensantes, pero la realidad, recio y quedito, nos dice lo contrario, ya que estamos cavando nuestra propia tumba. ¡Buen día!

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