"Profundidad de la mirada"

Hay miradas que aturden, aterrorizan y ahuyentan; otras que seducen, impactan y embriagan. La de Jesús pertenecía a este último grupo, quien sentía su bondadosa mirada no podía permanecer inmutable, debía manifestar su emoción y actuar en consecuencia.

Las miradas son más expresivas que las palabras. Las miradas transmiten con inimitable fidelidad los estados de ánimo y los sentimientos que embargan el corazón: tristeza, alegría, esperanza o desilusión. Las palabras enmascaran y falsean su contenido, las miradas desnudan lo que se esconde en el alma.

Los chistes que se publican con la leyenda “sin palabras” son prueba fehaciente de esta realidad. “Quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación”, señala un proverbio árabe.

El jesuita Julio Villavicencio, al explicar el texto de la Resurrección de Jesús en el evangelio de Juan, señaló que el hagiógrafo utiliza tres diferentes verbos griegos para introducir tres diferentes tipos de miradas.

María Magdalena mira el sepulcro vacío y se asusta. Es un simple mirar (blepo). Pedro entra al sepulcro y mira con la razón, pero sin comprender (theoreo). Juan entra al último pero mira con la fe y observa una realidad que los demás no ven (jorao). “Esta mirada no es irracional. Es una mirada que pasa por la razón, pero va más allá de ella. Observa lo que no se ve desde los sentidos”, subrayó Villavicencio.

El Papa Francisco mencionó que la mirada de fe siempre está ligada al amor y servicio a los demás. “Nos lleva a salir al encuentro porque esta mirada se alimenta en la cercanía. No tolera la distancia, pues siente que la distancia desdibuja lo que desea ver; y la fe quiere ver para servir y amar, no para constatar y dominar”.

¿Es profunda mi mirada? ¿Transmito amor y confianza?

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@rodolfodiazf