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"Opinión"

"Que no callen los periodistas"

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19/05/2017

    Joel Díaz Fonseca

    jdiaz@noroeste.com

     

    No se mata a la verdad matando periodistas”, señaló el miércoles el Presidente Enrique Peña Nieto, en la reunión con los gobernadores de los estados.

     

    Una democracia plena”, agregó, “requiere que nadie calle su voz”.

     

    Tiene razón. La verdad no muere cuando un periodista es asesinado. Los arteros ataques a quienes ejercen el periodismo con dignidad y profesionalismo no callan a la verdad, pero sí la dejan balbuceante. Porque los buenos periodistas, los comprometidos con la verdad no se reponen ni se multiplican como las cabezas de la mítica hidra. Son garbanzos de a libra que no se dan en maceta.

     

    Los arteros ataques a quienes ejercen el periodismo con dignidad y profesionalismo no detienen la búsqueda de la verdad, pero deben terminar.

     

    Pero hay que dejar claro que si bien los asesinatos de periodistas y los ataques a los medios de comunicación no matan a la verdad, la indiferencia y la pasividad de las autoridades sí la hieren y la dejan a expensas de sus enemigos.

     

    Cuando la autoridad se desentiende de su obligación de ser garante de los derechos de todos, incluido el derecho a la información, la verdad queda expuesta y a merced de quienes no quieren una prensa crítica y comprometida.

     

    Javier Valdez Cárdenas, el periodista asesinado el lunes, y su esposa, habían recibido varias amenazas, que fueron escalando, en frecuencia y en el tono de amedrentamiento, lo que los llevó recientemente a la Ciudad de México para denunciar estos hechos y pedir protección y apoyo, tanto a la empresa periodística de la que era corresponsal, como de organismos defensores de los derechos humanos y de protección a periodistas.

     

    Llama por eso la atención que el Fiscal general del Estado, Juan José Ríos Estavillo, afirme que no se tenían reportes de las amenazas recibidas por Valdez Cárdenas y su esposa.

     

    La Fiscalía general estableció que se tienen dos líneas de investigación sobre el asesinato de Valdez Cárdenas, una que apunta a que el crimen esté relacionado con su trabajo periodístico, y otra que apunta al robo de su vehículo como causal, pero que esta línea de investigación es la más débil.

     

    Según esta hipótesis, el periodista se habría resistido al asalto y por eso lo asesinaron.

    Es difícil de creer esta segunda hipótesis. El delincuente común amenaza, y si le oponen resistencia usa su arma, pero no dispara metralla. No fueron uno ni dos, fueron al menos 12 los disparos que hicieron quienes asesinaron a Valdez Cárdenas. No querían que sobreviviera.

    La impunidad es un combustible que hace que la violencia se propague como el fuego. A mayor impunidad, más crímenes y más delincuencia, por eso la exigencia de que el crimen no quede impune.

     

    Pero cuidado. Las exigencias de protección y garantías no deben circunscribirse solamente a los periodistas y a los medios. El Estado está obligado a garantizar la seguridad de todos (médicos, abogados, maestros, etc.), como está obligado a esclarecer todos los crímenes.

     

    El clima de inseguridad que se vive en Sinaloa es evidencia de que el Gobierno del Estado no está cumpliendo con uno de sus principales compromisos y cometidos, el de garantizar la seguridad de todos los sinaloenses.

     

    Cuando hizo entrega de 50 patrullas a la Policía Estatal Preventiva el 25 de abril pasado, Ordaz Coppel insistió en que su gobierno tiene un compromiso con la seguridad pública, con la seguridad de los sinaloenses, y ya vemos como se ha incumplido ese compromiso. El mes de mayo se ha teñido, como nunca, de sangre, y la mayor parte de la sangre derramada es de ciudadanos de bien: maestros, abogados, jóvenes estudiantes y un periodista.

     

    Son muertes que duelen, que nos reafirman el clima de indefensión en que nos encontramos.

     

    En Sinaloa, por lo que se ve, la seguridad no es una asignatura que requiera de urgente atención de parte de quienes gobiernan. No se pasa de las palabras a los hechos.

     

    Al ver caer a tantos periodistas en este inmenso y desigual país, me viene a la memoria la canción “Si se calla el cantor”, de Horacio Guaraní, y no creo incurrir en un agravio a su genio y a su espíritu solidario con los desamparados, si en lugar de cantor escribo periodista:

     

    Si se calla el periodista, calla la vida… y mueren de espanto la esperanza, la luz y la alegría”.

    Que no calle el periodista, porque el silencio, cobarde, apaña la maldad que oprime. No saben los periodistas de agachadas, no callarán jamás de frente al crimen”.

     

     

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