|
"Opinión"

"Quirino Ordaz: el salto hacia el futuro"

""

    Quirino Ordaz Coppel llegó a la gubernatura de Sinaloa casi de sorpresa. Unos meses antes de las campañas, el mazatleco jamás se imaginó en ellas. Seis meses después de tomar posesión, la realidad le está cobrando la factura.
    El Gobernador se encuentra entrampado entre los problemas del pasado y los retos del presente. 
    La herencia desaseada de Mario López Valdez en materia de finanzas públicas, corrupción e inseguridad, lo tienen contra la pared. Ni el Gobernador ni su gabinete, han descifrado el nudo gordiano que los ata de pies y manos para gobernar.
    Son apenas seis meses del nuevo gobierno y hubo que presentar un plan estatal de desarrollo a puerta cerrada. La alianza con la sociedad que se repite una y otra vez a lo largo del documento, no se ve ni se siente en la gestión estatal. El discurso de presentación fue atinado y políticamente correcto: la prioridad será la seguridad, pero en los hechos, el temor de las calles refleja otra cosa.
    Las críticas de la gente se concentran en dos reclamos principales: inseguridad y combate a la corrupción.
    Primero, la violencia descarnada que alcanza lo mismo a médicos, periodistas, maestros, empresarios, mujeres y niños registra un promedio cercano a los cinco muertos por día. El robo de auto ronda los 600 casos por mes y tanto los feminicidios, como las violaciones, aparecen en rojo en el Semáforo Delictivo.
    En Sinaloa, y sobre todo en Culiacán, la gente vive con miedo. Es innegable. La crisis es tal, que personajes como Alejandro Higuera (tómelo de quien viene) se atreven a sugerir el regreso del Comandante Aguilar Íñiguez. Por si usted dudaba de nuestras nostalgias mafiosas.
    En cuanto al combate a la corrupción, son ya seis meses de aquel discurso prometedor de la toma de posesión, donde el Gobernador afirmaba contundencia en el castigo a los funcionarios del malovismo que se despacharon con la cuchara grande. “Puras promesas”, insisten los ciudadanos en Facebook. Hasta ahora tienen razón.
    La excusa de “estamos armando las investigaciones” ya no alcanza. La paciencia se agotó hace tiempo y empiezan las sospechas del pacto de impunidad entre el gobierno actual y el anterior. Sospechas que se refuerzan con el retorno de figuras relevantes del malovismo a la palestra, sobre todo de cara al proceso electoral de 2018.
    El clásico dice que en política no hay vacíos. Ni el gobernador actual ni su gabinete han entendido que gobernar no es hacer empresa. Hay que dirigir pero también hay que explicar, convencer, hacer política. El discurso y la comunicación son la plataforma dialéctica de todo buen gobierno. Los integrantes del Gobierno del Estado creen que alcanza con ser honestos, “buenos tipos”, y no es así.
    En muchos espacios, al Gobernador se le percibe débil. Sobre todo después de los asesinatos del doctor Miguel Ángel Camacho, el periodista Javier Valdez y el empresario Ruay Díaz Meza. El diagnóstico es peligroso, y no por eso menos real: el Gobernador y su equipo no pueden con el crimen organizado. Ni el grande ni el chiquito. Y ese mensaje es poderoso.
    Sobre todo porque los vacíos generados los aprovechan los adversarios para construir narrativas y operar en contra. La narcopolítica en Sinaloa está de plácemes: la gente tiene miedo porque, por primera vez en muchos años, toda la sociedad se sabe profundamente desprotegida y vulnerable. Y eso los hace “necesarios”.
    Todos los diagnósticos en materia de seguridad son desalentadores y apuntan a una solución multidisciplinaria y de largo plazo. Pero no es eso lo que leí en el Eje de Seguridad del Plan Estatal. Ninguna idea innovadora. Más bien, el trillado argumento de la coordinación por sí sola y, un acierto, el fortalecimiento de la policía. Pero ese proyecto que no se ve por ninguna parte.
    Hasta ahora parece que el Gobernador Ordaz Coppel tiene la voluntad pero no la capacidad institucional para combatir la violencia y el poder del crimen organizado. Son causas diferentes, pero en la práctica, los resultados son los mismos. ¿Qué tendría que hacer entonces?
    Más de un político me ha señalado que a Sinaloa solo se le puede limpiar desde Los Pinos. Pues bien, Quirino parece tener ese apoyo: no hay mes en que no se presente algún secretario federal en el estado para confirmar el respaldo federal.
    Si la coordinación está allí, entonces lo que falta es un pacto amplio entre la sociedad y el gobierno.
    Un pacto que solo es posible construir en el diálogo, la transparencia y la rendición de cuentas. Un pacto de cara a la sociedad y no con discursos vacíos. Un pacto a través de un gabinete cercano a los diversos sectores sociales y no mirándose el ombligo.
    Dudo que haya habido mejor momento para conminar a la sociedad sinaloense a construir un entorno más pacífico. Pero eso implica abrir el gobierno a niveles sin precedentes de inclusión y participación ciudadana. Implica recuperar la confianza con hechos en materia anticorrupción. Y no lo están haciendo.
    Quirino Ordaz tiene la oportunidad histórica de aprovechar la coyuntura y combinar el apoyo federal con la sensibilidad local para dar el salto hacia el futuro. Lleva seis meses dejándola pasar. Y esa ventana se cerrará muy pronto.
     

    Periodismo ético, profesional y útil para ti.

    Suscríbete y ayudanos a seguir
    formando ciudadanos.


    Suscríbete
    Regístrate para leer nuestro artículo
    Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


    ¡Regístrate gratis!