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"La Vida de acuerdo a mí"

"¡Quita tus manos de mi cultura!"

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    alessandra_santamaria@hotmail.com

    Twitter: Aless_SaLo

     

    Todos los años California recibe a miles de personas en el festival de música Coachella. Aunque el evento siempre consigue que se presenten artistas de renombre, recientemente ha ganado mucha atención por la ropa que presumen las celebridades y personas que lo frecuentan. Muchos de los atuendos que ahí abundan están altamente inspirados en la vestimenta tradicional de los nativos americanos y las modas afroamericanas y latinas. Este hecho generó una gran cantidad de críticas contra los caucásicos que los usan, ya que en lugar de celebrar ciertos elementos estéticos y al mismo tiempo usar su poder e influencia para señalar los problemas que sufren las minorías étnicas que los crearon, los famosos los portan como si fueran disfraz. A este fenómeno se le conoce como “apropiación cultural”.

     

    De acuerdo a mi amado Internet, la apropiación cultural es “tomar propiedad intelectual, conocimiento tradicional, expresiones culturales o artefactos de otra cultura sin tener permiso”. Básicamente se trata de “robarle el crédito” al grupo de personas que originalmente creó ciertos elementos artísticos, ya sea por motivos religiosos, espirituales o meramente estéticos. Un ejemplo sencillo es una chica europea que se viste como geisha o se pinta la cara como Catrina en Halloween.

     

    Hace unas semanas leí que un grupo de universitarias latinas pero nacidas en EU habían pintado en la pared de su escuela “chica blanca quítate tus aros”, esto en referencia a los aretes de aro. Los aretes de aro y su versión reducida, las argollas, han sido un símbolo mexicano femenino por varias décadas. Millones de bebés mexicanas reciben sus primeras argollas tan sólo a días de haber nacido, y los aretes de aro vieron su auge durante los 80, al ser signo distintivo de las cholas, quienes soportaban pobreza, marginación y violencia en el sur de California.

     

    Antes de dicho artículo nunca antes me había preguntado qué significa realmente apropiarse de elementos de una cultura que no me pertenece. Si no soy chola, ¿Tengo permitidos ponerme los aretes de aro que tanto me gustan?, si no soy negra, ¿Es un pecado si me hago las rastas? ¿Ofenderé a alguien si me pongo una blusa con bordado tradicional aunque sea mexicana, porque no soy indígena?

     

    Entiendo por qué la apropiación cultural puede ser increíblemente ofensiva. Si vives en un país donde tu gente y tu cultura son oprimidas e insultadas constantemente, el ver que una chica con “privilegios de raza” se disfraza de lo que para ti es un símbolo especial o de resistencia debe hacer que te hierva la sangre. Pero en el siglo 21 no es realista esperar que las personas porten, coman y escuchen exclusivamente las cosas que fueron inventadas por otros que se ven como ellos y que tienen genes parecidos. Una de las cosas buenas que trajo la globalización es que podemos aprender a apreciar la belleza en lo desconocido, y esto no con el propósito de intentar parecer exóticos u originales, si no de celebrar lo geniales que son ciertos símbolos culturales. En lo personal, cada vez que me pongo mis aretes de aro me siento invencible. Por alguna razón, lo grandes y llamativos que resultan me recuerdan que soy una mujer con una voz potente.

     

    ¿Cómo podemos esperar que otros valoren cierta cultura si les prohibimos aprender de ella? ¿Cómo podemos tachar a los gringos de ser de mente cerrada si nos ofendemos cuando quieren entender nuestro estilo de vida?

     

    Así que en resumen, creo que el verdadero problema con la apropiación cultural está en tomar lo que “es bonito” de una cultura sin reconocer a la cultura en sí y a su gente.

     

    El multiculturalismo puede ser algo hermoso si se hace con respeto. Celebrémoslo en lugar de estropearlo.

     

    La autora es mazatleca, tiene 19 años y estudia periodismo en la Escuela Carlos Septién

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