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"Opinión"

"Radiografía"

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    Los nombres se agolpan Valerias, Maras, Lesvys, pero en la desgarradora lista hay Catalinas, Marías y podrían llamarse como nuestras madres, parejas, hermanas, hijas o nietas. Desde hace años están en la mira de la infamia y por lo visto somos incapaces de frenar ese horror.
     
    Son las mujeres mexicanas, las de nuestro municipio, ciudad, entidad y país. Las cifras oficiales aplastan, 1 mil 360 feminicidios en 1993, en el 2017 podrían ser más del doble. Siete al día. 
     
    ¿Qué es esto? Hay algunas coordenadas para explicar lo que sucede: los traslados cotidianos, la lejanía de las zonas habitacionales, la falta de alumbrado, el deficiente transporte público, la debilidad y connivencia de las policías. Las desapariciones con frecuencia están vinculadas a células criminales, pero eso tampoco explica el fenómeno. Se puede entender a Ciudad Juárez, pero esa violencia también ha pisado Ciudad Universitaria que debiera ser un santuario de la convivencia civilizada. Y entonces, ¿cómo explicar este horror?
     
    Asumamos que los aparatos de inteligencia han fallado, que la ineficacia de las policías no tiene límite, que la impunidad nos ahoga. Todo es cierto, pero nuestra radiografía no deja dudas: varones que acosan, golpean, violan, delatan un rasgo de barbarie que avergüenza. De dónde viene, qué vieron y ven en sus hogares, en sus escuelas, en sus trabajos, en las calles, qué les inculcó el enfermizo instinto de agredir a una mujer. Los datos del Inegi son demoledores: 66.1 por ciento de las mujeres mayores de 15 años han enfrentado al menos un incidente de violencia de un agresor alguna vez en su vida. El primer escenario de esa violencia es el hogar. La violencia está en casa, en nuestros hábitos cotidianos. Casi un 44 por ciento de las mexicanas, ha sufrido violencia de su última o actual pareja, esposo, novio o lo que sea.
     
    Está en todas partes. Casi 40 por ciento de las mujeres la ha sufrido en la calle, en los parques, en los transportes. Los espacios laborales no están mucho mejor, 26.6 por ciento ha “experimentado” algún acto violento, fundamentalmente de tipo sexual, discriminación de género o por embarazo, en su ámbito laboral. Las escuelas no se salvan, 25.3 por ciento de las mujeres han padecido violencia de compañeros, también compañeras e incluso de maestros. Las concentraciones urbanas agudizan el problema, pero no es exclusivo de ellas. Intimidaciones, humillaciones están en la vida diaria, en el código de trato de millones de varones mexicanos. Por dónde comenzar si la hay en el norte, en el sur, en el centro. Geográficamente está en todas partes porque habita en la mente de los mexicanos. Todo comienza con las palabras que utilizamos para referirnos a ellas, en las formas de interrelacionarnos, de saludarlas, de trabajar con ellas, de tocarlas, de mirarlas.
     
    Un 40.5 por ciento de las víctimas de violencia generada por su pareja dicen que demandarían. Pero lo más probable es que nada ocurra. Hay entidades donde más del 95 por ciento de los homicidios dolosos no recibe consecuencia jurídica, qué esperar de la persecución de los golpeadores. Por cierto, las mujeres golpeadas tienen un 48 por ciento más de probabilidad de infectarse con VIH/sida (ESTE PAIS, septiembre del 2016). Además, hay golpeadores conocidos que son legisladores, empresarios o connotados deportistas.
     
    La combinación de factores es explosiva, uno de ellos, quizá el más poderoso, es la cultura. Un 12 por ciento de la población, o sea unos 15 millones de mexicanos, considera que la violencia de pareja es un asunto privado y que por ende las autoridades no deben intervenir. El mismo número para los que consideran que las mujeres son responsables de una violación. Uno de cada diez mexicanos justifica poco o mucho la violencia física contra las mujeres. Dos de cada tres mujeres que han tenido alguna vez pareja, han sufrido violencia a manos de ella. En tres entidades -Baja California, Campeche y Sonora- a los violadores se les exime de responsabilidad ¡si ofrecen matrimonio a la víctima! El medioevo. Sonora por fortuna ya salió del grupo.
     
    Señalar a las autoridades, luchar contra la impunidad, denunciar cualquier tipo de violencia de género, fortalecer a los cuerpos policiales y a las instancias de investigación, pero el origen está en los machos mexicanos, por cierto, educados la gran mayoría por mujeres. El nudo cultural está en las principales fuentes transmisoras de valores. La tolerancia al maltrato está en germen en las interrupciones a las mujeres en una conversación, en la actitud de los varones hacia sus hermanas, en la contratación de edecanes como adorno, en los tonos del habla con servicio doméstico, en la estolidez de imputar a las mujeres ser las provocadoras, ya sea por su vestimenta o por los horarios o lo que sea. Queremos mujeres libres y seguras.
     
    La radiografía es muy dolorosa: “machines” violentos que desprecian a la mujer, pero dicen idolatrar a su madre.
     
     

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