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"Opinión"

"Reforma"

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    La manera como los políticos tratan los asuntos de interés social, en el estado y el País, deja mucho qué desear y es una de las causas de su desprestigio; en todos los casos de interés público se manifiestan omisos y prepotentes, despegados por completo del sentir de la gente; se supone que debería ser su función esencial tomar en cuenta el clamor social pero, lamentablemente, hacen todo lo contrario.
     
    La opacidad y corrupción son lo que caracteriza a la burocracia política, encontrar un funcionario, aunque sea de mediano nivel, que atienda con diligencia a la ciudadanía, es una tarea casi imposible, lo común es encontrar caras de perdonavidas; la ciudadanía sufre las de Caín, cuando acude a dependencias oficiales.
     
    Por eso, la gente lo piensa dos veces antes de parase en una dependencia del Gobierno, no hay canales de intercomunicación entre sociedad y Gobierno; son dos universos completamente distintos. El más sencillo trámite se vuelve engorroso. La atención se vuelve pesada y tediosa,  ribetes de elevada burocracia y molestias sin fin pasan las personas que tienen la necesidad de acudir a tramitar algún asunto oficial, se convierte en una penuria.
     
    Es urgente que se lleve a cabo la tan anunciada reforma del Estado. Con la insufrible tramitología, en que están convertidas las dependencias federales y estatales, hay un pleno convencimiento por parte de los ciudadanos de que el Estado debe actualizarse. Hay que reformar a fondo las instituciones –no en el limitado sentido “neoliberal”, que sólo piensa en privatizaciones y en el beneficio de unos cuantos particulares-, sino en un sentido social, tal y como ocurrió con la reforma de Juárez, el 1857; en esa época se modernizó el Estado mexicano en todo el sentido de la palabra.
     
    Hoy, a más de 150 años de aquel regio acontecimiento histórico, se hace necesaria una nueva reforma de Estado, sin más parches mal pegados a la Constitución; urgen cambios sustantivos e integrales acordes a la realidad actual, por eso amplios sectores ciudadanos pugnan en ese nuevo momento del País, por un Estado moderno emanado de un nuevo Congreso Constituyente, que dé certidumbre al país en su función rectora y garantice que sus frutos beneficien a todos.
     
    Las fuerzas más avanzadas del País plantean la reforma del Estado como un asunto de suma importancia. Si se avanza en la elección presidencial del 2018, seguramente la reforma del Estado va a plantear con fuerza su concreción. Estamos a favor de que se modernicen por completo las instituciones, mediante una nueva Constitución; es un paso ineludible para salir de la medianía en que se encuentra la Nación, ese camino se considera inevitable.
     
    Para llegar a ese punto se tienen que remontar enormes obstáculos, que se oponen al cambio verdadero, pero también en este proceso político cuenta mucho la voluntad mayoritaria de los mexicanos, si la mayoría decide el cambio, no habrá nada que lo impida. Es una necesidad que el país se dirija con sencillez y una actitud republicana, teniendo como base la decisión del pueblo; el pueblo está por el cambio, y por eso pensamos que éste se va dar sin contratiempo, porque la voz del pueblo es la voz de Dios.
     
    Volviendo a los asuntos políticos de la entidad y, tomando en cuenta las actitudes que en las últimas semanas han brindado los diputados priistas y sus acólitos en el Congreso local, vemos que han exhibido sus incongruencias sin el menor rubor, como diciendo a los electores “lo hacemos, seguros que no pasa nada”. Creemos que no deben estar tan seguros sobre su futuro político; por el contrario, los electores no les van perdonar la forma tan notoria como vienen obedeciendo la línea que reciben desde el Palacio de Gobierno, deberían de maliciarla, no exhibir con tal descaro su abyecto servilismo frente a los electores.
     
    No inventamos nada, todo consta en actas, como dicen en el ejido; la sociedad los juzga por su actuación y se asombra de su inconciencia, porque hemos visto que en el Congreso local aprobaron la reforma pro opacidad de la Constitución estatal, y dieron el visto bueno a las cuentas públicas del último año de ejercicio del régimen de Mario López Valdez. Con esas actitudes han dejado perpleja a la sociedad, por su audacia o cinismo, habiendo primero hecho gran alharaca sobre el desfalco al erario, pero... finalmente todo se esfumó. Ante esa desfachatez política, amable lector, usted saque sus conclusiones.
     
     

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