"Renacer de la ceniza"

Es muy conocida en la mitología de varias culturas la narración del fénix, fabulosa ave que se inmolaba en un purificador fuego y renacía cada 500 años de sus propias cenizas.

 

La ceniza, desde la antigüedad, ha sido parte importante de los ritos religiosos. En la tradición bíblico-judaica significó luto, tristeza, dolor, arrepentimiento, humildad y penitencia. A la vez, adquirió el sentido simbólico de muerte, fin, término, caducidad.

 

Todos estos simbolismos se encuentran presentes en el rito de la imposición de ceniza con que comienza el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Es tiempo de conversión, de cambiar de rumbo, de enfilarse por otro sendero. No se puede seguir siendo igual, hay que eliminar las malas conductas, hay que efectuar una renovación total.

 

“La Cuaresma nos llega como un momento providencial para cambiar ruta, para recuperar la capacidad de reaccionar ante la realidad del mal que siempre nos desafía”, dijo el Papa Francisco.

 

La imposición de ceniza no es un rito mágico ni se comete ningún pecado si no se asiste a “tomar” la ceniza. Es un signo de auténtica conversión, por eso urgió el profeta Joel: “Enluten su corazón, no sus vestidos”. ¿De qué sirve colocar ceniza en nuestra cabeza o nuestra frente si no se realiza un cambio de corazón y de conducta?

 

Al cubrirnos con ceniza reconocemos públicamente nuestra pequeñez, debilidad e imperfección, a la vez que imploramos el perdón, fuerza y misericordia de Dios.

 

“Todos necesitamos la misericordia y el perdón del Señor, que nos invita continuamente a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, purificado por las lágrimas... Los hipócritas no saben llorar, han olvidado cómo se reza, ni piden el don de las lágrimas”, señaló Bergoglio.

 

¿Renazco de la ceniza? ¿Me convierto de mis fallas y errores?