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"LA FÓRMULA DE LA FELICIDAD"

"¿Sabes qué pasa con tus emociones?"

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LA FÓRMULA DE LA FELICIDAD
20/02/2018

    ¿Puedes imaginar que te encuentras caminando en una calle sin luz, llena de roedores que deambulan con la complicidad de la oscuridad?, en ese trayecto que debes recorrer habitan personas con un alto nivel de violencia, que usan cualquier recurso para quitarte tus pertenencias.

    Cierra los ojos y responde: ¿Qué emociones vienen a tu mente al intentar caminar?, ¿a qué velocidad recorrerías ese pequeño tramo?, ¿buscarías compañía para ese reto?, ¿qué perfil de acompañante buscarías?

    Estoy seguro de que si realizaste el ejercicio con responsabilidad, un cúmulo de emociones vino a tu mente y al ponerles nombre abrimos la oportunidad de trabajar en su alineación y enfoque.

    Hemos escuchado con frecuencia que sentir miedo es limitar nuestros sueños, nuestras decisiones en la vida. Hoy la mirada se reinterpreta y sabemos que: el miedo es la emoción más investigada, y que los hallazgos nos regalan evidencias que nos permiten trabajar en el desarrollo de herramientas y habilitadores básicos para controlarlo, mas no podemos eliminarlo de nuestras vidas.

    ¿Por qué no podemos eliminarlo? Porque como toda emoción, contiene una parte de efectividad positiva, por dar un ejemplo, el miedo nos ayuda a mantenernos alerta, nos cimbra el estado de aletargamiento y reta a los sentidos a trabajar a su máxima capacidad. Investigando un poco más, afirmamos que el miedo es necesario para evitar situaciones de riesgo. A lo largo de historia de la humanidad ha sido el miedo el responsable en gran medida de la supervivencia de la especie. Caso contrario cuando permitimos que la emoción tome en nuestra mente los caminos que nos limitan, por mencionar algunas ideas

    ¿Cuántas veces abandonamos proyectos muy interesantes por miedo a fallar? Conozco muchas personas que no cruzan el océano para visitar Europa por miedo a volar, entendiendo que sea la única limitante, podemos diseñar mil formas de justificación. Es aquí donde la emoción es interpretada como un freno. Entonces podemos afirmar que no está mal administrar o regular una dosis de miedo previo al inicio de cualquier reto, pero no podemos permitir que nos domine la emoción y que nuestros comportamientos sean en consecuencia.

    Y surge una pregunta poderosa: ¿Dónde educan o entrenan a nuestros hijos para que acepten y redefinan sus emociones? 

    En distintos foros en los que participo realizo una pregunta poderosa: ¿Qué quieres para tus hijos? La respuesta en un 98 por ciento es que sean felices. Inmediatamente mi pregunta es: ¿Y qué estamos haciendo para habilitarlos y asegurar que incrementen sus herramientas, para así aumentar las posibilidades de encontrar su propia fórmula de la felicidad? 

    Cuando hablamos de este tipo de temas, muchos intentamos desacreditarlos con diferentes juicios limitantes, cuando hay que romper paradigmas para aceptar que es aquí donde nace el verdadero reto de buscar educar nuestras emociones, interpretando -como el primer paso- ponerle nombre a lo que sentimos.

    ¿Para qué nos ayuda ponerle nombre? Es sencillo, nos permite diseñar estrategias que nos ayuden a regular la afectividad negativa. Mi madre me decía: “Lo que la boca calla, el cuerpo lo grita”, y qué mejor ejemplo que los estudios realizados en la Universidad de Ohio, que muestran los efectos de la emoción de la ira en el proceso de cicatrización después de una intervención quirúrgica. Con sorpresa se observó que pacientes que en su comportamiento previo al procedimiento médico tuvieron ataques de coraje, enojo, resentimiento, incrementaban la producción de citoquinas, que es un grupo de proteínas y glucoproteínas producidas por diversos tipos celulares que actúan fundamentalmente como reguladores de las respuestas inmunitaria e inflamatoria. Dicho en pocas palabras, se impacta de forma importante la cicatrización alentándolo hasta en un 70 por ciento en relación con los pacientes que dec

    lararon vivir tranquilos y optimistas su proceso de recuperación.

    ¿Recuerdas la nariz roja de Patch Adams en la película del mismo nombre, donde puso de moda en un hospital la terapia de la risa? Hoy afirmamos que el buen humor nos repara, ya que libera endorfinas, las llamadas hormonas de la felicidad y la hormona del crecimiento encargada de funciones reparadoras del organismo.

    ¿Sabías que hay mucho por aprender cuando hablamos de emociones?, siendo un gran primer paso el prepararnos para reconocerlas. Por tal motivo te invito a que sigas mi página Oscar García Coach, y nos seguiremos preparando y desarrollando las oportunidades.

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