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"BUHEDERA"

"Sarcasmos"

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BUHEDERA

    Las mejores cosas de la vida no son cosas.
     
    El síndrome de París
     
    Me topo con este curioso dato, que no sé qué tan serio o en broma es, y que es uno máááás de los enemil que no conocía (y que muy probablemente se me va a olvidar). Como se observa sobre todo en turistas japoneses, tiene un nombre específico en japonés: Pari shōkōgun. Este curioso síndrome es un desorden mental transitorio que afecta a algunos individuos que visitan o vacacionan en París, provocado por el fuerte shock que les causa descubrir que París no resultó tan como se lo imaginaban o esperaban que fuera. Este síndrome se caracteriza por ciertos síntomas psiquiátricos como ataques agudos de frenesí, alucinaciones, delirios paranoicos, despersonalización, ansiedad. También pueden presentarse manifestaciones psicosomáticas como mareos, taquicardia, sudoración y vómitos. Hay catalogados otros síndromes similares; los más conocidos son el Síndrome de Jerusalén (repentino brote de ideas obsesivas religiosas al visitar esa ciudad; los afectados suelen ser cristianos, judíos o musulmanes sin antecedentes de signos psicopatológicos; este síndrome suele desaparecer unas cuantas semanas después de salir de Jerusalén), y el Síndrome de Stendhal (detonado por la exposición del individuo a una experiencia de gran significado para él, particularmente artística; fue nombrado así tras la visita de Stendahl a Florencia, en cuyo hospital Santa María Nuova están acostumbrados a tratar turistas afectados por este síndrome tras ver alguna de sus muchas obras maestras). Estos síndromes parecen ser formas de choques culturales severos. Esta es la razón (no la falta de dinero, cómo crees) por la que no he ido ni a Jerusalén ni a París ni a Florencia.
     
    Más nueves
     
    Reporté que mi madre murió a sus 99 años, 9 meses, 9 días y 9 horas, fue cremada a las 9 horas del lunes. Me dice la Maye: “El 9 en numerología es ‘terminación’”. Otro: “El nueve es el símbolo numérico de la transformación-realización en las enseñanzas ocultas de religiones y sectas por igual, sean éstas del origen que sea (Rosacruces, Budistas, Jesuitas, Masones, etc.) De esa manera, por ejemplo, la Estrella de David de la religión judía tiene seis nodos externos y seis internos, para un total de 12 (¿apóstoles?). Dicha estrella es la unión de la trinidad humana, el triángulo que tiene su base orientado a los cielos, y la trinidad divina, el triángulo que tiene su base orientado hacia abajo. Si a 12 le restamos tres (número de años de vida pública del maestro Jesús, número de partículas básicas del átomo (excepto del hidrógeno, que tiene 2), 33 años de vida del maestro Jesús, 33 vértebras en la espina dorsal humana (algunas personas nacen con 34 vértebras), 33 estaciones de iniciación en Teotihuacan), por mencionar algunos aspectos relacionados con el número tres, obtenemos obviamente el número nueve. ¿Y que podría tener de especial este número para los seres humanos de hace 6,000 años? Bueno, ellos debieron relacionar que pasan nueve lunas para que nazca un bebé de tal manera que le asignaron al nueve un simbolismo mágico, oculto, divino. Este simbolismo está reflejado en expresiones como éstas: los cuatro voladores de Papantla dan 13 vueltas cada uno en su viaje de los cielos a la tierra (13-4=9), la pirámide de Kukulkan tiene nueve niveles, el número nueve en el Tarot representa sabiduría y conciencia, hay nueve planetas en el sistema solar (algo que escapa a la injerencia humana). Incluso hoy en día, en algunos sistemas monetarios muchos precios terminan en nueve con objeto de incrementar el atractivo por comprarla. Tu señora madre ha terminado su presente vida después de vivir una cantidad mágica de días y debe verse esto como una simple casualidad”. Sí, más bien me inclino a pensar que todo es pura causalidad, aunque es obvio que las casualidades no existen, y que si a cualquier fórmula le añades (o le restas) el número que pensaste, te da exacto otro número que puedes interpretar como tú necesites.
     

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