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"Buhedera"

"Sarcasmos"

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BUHEDERA

    gfarber1948@gmail.com

     

    www.farberismos.com.mx/web/

     

    No hay mayor error que el de quien no hace nada porque lo único que puede hacer es muy poco.

     

    Gina Haspel

     

    Será la nueva directora de la CIA, si la confirma el Senado. Será la primera mujer en ocupar ese puesto en los 70 años de la agencia. ¿Una mujer? ¿Pero cómo? ¿Pos no que Trump era un misógino, antifeminista, sexista, white man supremacist y demás lindezas? ¿Ah, era ooooootra mentira más? En fin, Gina es una mujercita de 61 años con cara de buena gente, que lleva 32 años dentro de la CIA. Hoy la CIA anda en los 25 mil empleados y en 20 mil millones de dólares de presupuesto público, pero se sospecha que maneja más gente y más dinero fuera de los controles.

     

     

     

    Políticos

     

    Dije que “un científico es alguien que hace posible lo imposible; un político logra lo contrario”. Pero la culpa no es de ellos; es de nosotros por rijosos, evidiosos, abusivos, avaros, chismosos, perezosos, rencorosos, metiches, prejuiciosos, iracundos, tramposos, codiciosos, belicosos, etc. La triste verdad es que somos una especie muy poco recomendable. 

     

     

     

    Lo que vi(ol)ento se llevó

     

     

    Leo en Sovereign Man: “Han pasado unos meses desde que viajé a Medellín. Tengo una serie de inversiones e intereses comerciales en esta región, y me gusta visitarlos de vez en cuando. Además, Medellín es una ciudad maravillosa. Si no estuviera viviendo en Chile (que también es realmente, realmente genial), Medellín definitivamente estaría en mi corta lista de lugares para vivir. El clima aquí es fantástico con sus eternas temperaturas de primavera. La ciudad es tremendamente barata, desde comida hasta bienes raíces y mano de obra local. Llamo a Medellín el ‘Austin, Texas, de Sudamérica’, debido a su cultura única, vibrante y un poco extraña. Pero una de las principales diferencias que he notado en este viaje es la afluencia repentina de inmigrantes venezolanos. Están por todas partes. Colombia está lidiando con una crisis masiva de refugiados, con más de 600 mil venezolanos cruzando las fronteras. La mayoría de ellos son relativamente pobres y sin educación, así que los veo a muchos en las calles. Anoche conocí a un venezolano llamado Alejandro que se mudó aquí hace aproximadamente un año. De vuelta a casa en Venezuela, Alejandro tuvo bastante éxito. Poseía un negocio prominente y disfrutaba de todos los beneficios de su arduo trabajo. Tenía una hermosa y lujosa casa en uno de los mejores barrios de Caracas. Tenía algunas inversiones en el banco y un considerable fondo de ahorro para su jubilación. Incluso tenía algunos juguetes, algunos carros bonitos, un pequeño bote, etc. Ahora todo se ha ido. El Gobierno le quitó todo: su negocio, su tierra, sus ahorros... ya sea a través de una confiscación directa o mediante la hiperinflación. Alejandro no lo vio venir. Y él no tenía un Plan B. Todos sus ahorros, todos sus activos, todos sus ingresos, estaban vinculados en el mismo país: Venezuela. Y cuando ese país se fue al infierno en una canasta de mano, Alejandro perdió todo. Ahora trabaja como entrenador personal en uno de los gimnasios locales”.

     

     

     

    Callos de hacha

     

     

    Me dice el Erny: “Estoy salivando por los callos de hacha. En una temporada, otro compa y yo nos íbamos al lado sur del muelle, como yendo hacia la Playa Sur, a sacar los callitos de hacha que se pusieron de moda a principios de los 60. Nos armábamos de: visor con snorkel, guantes textiles para protección de las manos al agarrar la concha del callo que tenía una rugosidad muy áspera y,  causaba raspones muy canijos, un balde de peltre con un par de platitos del mismo material, un gancho de estibador de pacas de algodón para desenterrar y enganchar la concha del callo de forma trigonal, un bonche de sal y limones, cuchillo para partir los limones, salsa picante y palillos...era increíble cómo esos diminutos callos, en forma de pasta de codos, tenían tan exquisito sabor, y, cuando te tocaba sacarlos del fondo del mar (a casi 2 metros), te sabían más ricos. Estoy babeando, mejor aquí le paro”.

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